Sociólogo, escritor, observador de la conducta que se genera a partir de la cultura virtual. Mucho de esto lleva en su palabra el autor del libro 'Ultrasaturados. El malestar en la cultura de las pantallas' (Plaza y Valdés Editores, 2021), ensayo prologado por Iñaki Gabilondo en el que reflexiona sobre el ruido que hoy retumba en nuestra individualidad.

Edgar Borges: - El ruido se asocia con el mundo exterior, la calle, un mercado, un estadio. Pero, ¿acaso la cultura de internet no está generando un creciente ruido interior en los individuos?
Juan Carlos Pérez Jiménez: - Sin duda alguna. En los espacios públicos internos, en el foro interno de los sujetos, en expresión del filósofo político Javier Roiz, puede generarse tanto alboroto como en una plaza pública. Al margen del uso que le demos a la herramienta física, al móvil o al ordenador, vivimos con un sinfín de pantallas encendidas en nuestras cabezas, como vídeos que emiten una señal constante, y su número no deja de aumentar con la siguiente app, con el siguiente post de Instagram, con el próximo comentario de un seguidor. Con internet y las redes sociales, esos espacios se han llenado de reclamos, de referentes forzados, de opiniones enfrentadas, de mensajes que nos saturan hasta generar un pandemónium, que se define literalmente como un “lugar con mucho ruido y confusión”. Esa expresión representa tanto, en mi opinión, el momento que estamos viviendo que lo contemplé como título posible para este último libro que he escrito. Finalmente lo decidí llamar “Ultrasaturados” porque pandemónium juega demasiado con el eco de la palabra pandemia y no quería darle todo el protagonismo a ese tema, porque el alboroto y la saturación de las pantallas es transversal a otros muchos asuntos, como la política, las relaciones o la imagen del cuerpo, que son cuestiones de las que también me ocupo en el texto.

"El caudal del tsunami publicitario y mediático es superior a la capacidad de resistencia de cualquier individuo aislado"

E.B: - ¿Detrás de la cultura de las pantallas hay solo un interés económico o el objetivo central es dirigir la mirada del individuo?
J. C. P. J: Creo que la orientación colectiva hacia el consumo y la sumisión subjetiva no responde a la estrategia coordinada de ningún poder superior. Más bien, es la suma de los intereses particulares, de nuestros pequeños egoísmos y vanidades, de la ambición privada de cada uno, la que arrastra la mirada colectiva a perseguir los mismos espejismos: el mandato de goce, el éxito económico, la juventud y la belleza de los cuerpos. Alimentando estas pulsiones colectivas, cada uno de los proveedores potenciales busca su propio beneficio y el resultado es de una fuerza tal que resulta difícil resistirse desde la individualidad. No cabe duda de que el caudal del tsunami publicitario y mediático es superior a la capacidad de resistencia de cualquier individuo aislado, recogiendo la idea del expublicista y escritor francés Frédéric Beigbeder. Esa es la encrucijada del sujeto posmoderno.

"La megafonía de la información está conectada 24/7 en todos nuestros hogares"

E.B: - En el siglo XXI pareciera imponerse la idea de que a diario vivimos un apocalipsis. ¿Hay un interés en que tengamos esta percepción o realmente estamos fabricando una cadena de finales?
J. C. P. J: - Si pensamos en el inicio del siglo XX, a estas alturas ya llevaban vivida una guerra mundial y una pandemia que se había cobrado cincuenta millones de vidas. Aquella infección fue mucho más letal que la del coronavirus, en un mundo que tenía una cuarta parte de población actual, lo que supone que, proporcionalmente, multiplicó por cien el apocalipsis que estamos viviendo ahora. La diferencia está en que, en cada momento de la historia, el ahora es lo único relevante. Y que la megafonía de la información está conectada 24/7 en todos nuestros hogares. Es casi imposible eludir al portador de esas malas noticias, que solo vende dramas y para el que los actos constructivos y los eventos felices, de los que está el mundo lleno, no son reseñables. No se puede cuestionar que están siendo unas décadas duras. Pero quizás la mayor amenaza de fondo, que es la finitud de los recursos planetarios y el cambio climático, no acabamos de creérnosla. Es discurso apocalíptico fundado no cuenta con impulsores convincentes, más allá de una solitaria niña sueca, y no nos conmueve lo suficiente como para modificar nuestros estilos de vida, porque no nos orienta a aumentar el consumo, sino todo lo contrario.

"Trump encarna la figura del tirano, elevado al poder por un mecanismo en apariencia democrático, pero que no deja de responder a una lógica totalitaria"

E.B: - ¿Se ha convertido la opinión en un arma de guerra de todos contra todos?
J. C. P. J: - Nunca como ahora habíamos tenido cada uno de nosotros un medio de comunicación de alcance global en nuestro bolsillo. Si a eso añadimos la posibilidad de tergiversar la realidad con dispositivos tan eficientes como los algoritmos que distribuyen las fake news y tan convincentes como la inteligencia artificial que se usa para generar los deepfakes, cualquier cosa que queramos defender, aunque sea inventada, puede presentarse con apariencia de realidad. Eso, que puede suponer una gran ventaja para los más inmorales, no supone ningún beneficio para los más éticos, que no tienen a su alcance más que las viejas herramientas de la clásica verdad y la poco rentable honestidad. Es una guerra sucia de la que han salido vencedores como Trump, al que se le han atribuido 20.000 mentiras durante su mandato. Trump encarna la figura del tirano, elevado al poder por un mecanismo en apariencia democrático, pero que no deja de responder a una lógica totalitaria.

E.B: - ¿Qué componente representa la pandemia en el tablero que usted dibuja en “Ultrasaturados?
J. C. P. J: - La pandemia de coronavirus ha venido a potenciar la inclinación que ya teníamos instalada por el uso de las pantallas, aumentando el tiempo de uso medio diario en unas tres horas, hasta alcanzar las catorce horas por persona y día según el reciente estudio Screen Pollution. Lo que ya era una tendencia dominante se ha convertido en un modo de vida excluyente, porque nos vemos forzados a no poder recurrir a las alternativas presenciales. Desde otro ángulo, han sido las pantallas las que nos han salvado del aislamiento absoluto que se imponía con las pestes premodernas. No hay que hacer mucho esfuerzo para imaginar lo que hubiera sido un confinamiento de este calibre, digamos en los años 80, con un teléfono fijo para toda la familia, dos canales de televisión, un tocadiscos y una Olivetti. Los móviles, los ordenadores y las plataformas de video nos han permitido seguir trabajando y estudiando, conectados con la familia y los amigos y con todo el catálogo audiovisual a nuestro alcance para el tiempo de ocio. Esa forma de vida virtual es ahora posible, afortunadamente. Y los modos en que nos transforma, para bien y para mal, es lo que me interesa observar.

"Hay una generación haciéndose adulta que ha crecido con las redes como medio de socialización privilegiado"

E.B: - ¿Qué sociedad tendremos después de las redes sociales? ¿Será la calle un espacio vacío en el futuro?
J. C. P. J: - Nuestra condición cultural como mediterráneos nos convoca a la calle y al encuentro social, pero nos hemos descubierto sorprendentemente adaptados a estos meses de aislamiento al estilo nórdico, resintiéndolo menos de lo que hubiéramos imaginado. La llamada telefónica convencional nos resulta ya intrusiva, frente a la alternativa de los mensajes por WhatsApp. Y hay una generación haciéndose adulta que ha crecido con las redes como medio de socialización privilegiado, que es capaz de mantener un mundo paralelo de encuentros y relaciones exclusivamente virtuales, complementario con las relaciones presenciales. Pero también creo que estamos pasando tantas ganas de calle con estas restricciones a la movilidad que me aparece que la reacción esperable es que haya estallido de encuentros físicos en cuanto se dé por concluida la pandemia. Eso como reacción inmediata, pero luego descubriremos que hemos comprobado las ventajas del teletrabajo y de lo prescindible de muchos viajes y trayectos, y algo se ganará y se perderá con eso. Pero espero que no siga ganando terreno la dimensión de las relaciones afectivas a distancia y que nos volvamos a encontrar en las calles, en las plazas, en los bares y en las casas.

E.B: - ¿Todos los modelos que se desprenden son el modelo? ¿Aún tenemos posibilidad de crear otro modelo?
J. C. P. J: - Es difícil sostener el ideal utópico, después de las innumerables decepciones de los últimos cien años. Y es verdad que el modelo socioeconómico dominante se revela capaz de absorber cualquier disidencia, cualquier intento de propuesta alternativa. Pero me parece que sí está en nuestra mano seguir trabajando por despojarnos de las servidumbres voluntarias, de la consumición como modo de vida, eso que nos concibe como sujetos entregados al consumo y sometidos al mandato de goce. Creo que esa posibilidad existe. Una de las ideas que más me han hecho pensar últimamente y que más me gustan es esta de Kierkegaard que habla de la pasión por la posibilidad. Nos dice que, si pudiera desear algo, no desearía ni la riqueza ni el poder, sino tener un ojo que, eternamente joven, ardiese eternamente en el deseo de ver la posibilidad. Creo que eso es a lo que no tenemos que renunciar.