Dolores Redondo es una más de Elizondo, el epicentro de su creación literaria. Este territorio, protagonista de su nueva novela, 'Las que no duermen NASH' (Destino), atrae cada año a numerosos turistas que buscan los escenarios de sus novelas en busca de la casa de la tía Engrasi, la mantequería Salazar, el bar Txocoto o el puente de la presa del mismo nombre. Conocer este entorno da una nueva dimensión a sus historias y permite comprender mejor ese universo místico -que no mágico, como insiste la autora: "Magia es la de Harry Potter, lo mío es mística"-, que forma parte de las mismas. Hemos viajado con ella hasta el valle de Baztán para conocer a su nueva protagonista, Nash, una psicóloga forense capaz de hablar con los muertos. No tiene nada que ver con la parapsicología ni con la videncia, ella escucha y reconstruye la vida de una víctima cuando no hay ninguna pista que permita aventurar qué pudo pasar.
En esta nueva novela reaparece su personaje más mítico, Amaia Salazar. Hay, además, continuos guiños a sus anteriores novelas y la propia Dolores Redondo ("la Redondo") aparece mencionada varias veces. Entre las escenas que más ternura le provocan están las que vive el personaje principal con las Mitxelena, que regentan la funeraria de Elbete y que se convierten en el refugio de la protagonista, una especie de akelarre de mujeres valientes, divertidas, diferentes, irreverentes, rebeldes y, sobre todo, que piensan por sí mismas. Nada que ver con la brujería, pero, como cuenta la autora, a lo largo de la historia ha sido la losa que han tenido que soportar las mujeres que se salían del camino marcado.
Hemos entrevistado a Dolores Redondo en este territorio mítico en el que, como resumió el antropólogo José Miguel de Barandiaran, "hace cien años era más fácil encontrar en Baztán quien creyera en la existencia de brujas que en la Santísima Trinidad". Esas antiguas creencias han sobrevivido de alguna manera hasta nuestros días y es habitual encontra eguzkilores en las puertas de las casas, un símbolo de protección de los malos espíritus, los brujos, los genios de la enfermedad, las tempestades, rayos y cualquier enemigo que puedas imaginar. Además de hablar con ella de las fronteras entre mito y realidad, nos ha contado, entre otras cosas, el papel que juegan la gastronomía y la pandemia en su nueva novela. También nos ha hablado de su admiración por figuras como Carlos Ruiz Zafón y Ana María Matute.
Dolores Redondo en Elbete, uno de los municipios de los Valles Tranquilos, donde se desarrolla su nueva novela (Carlos Ruiz B.k.)
P.- Vuelves a Baztán en esta nueva novela, háblanos de este escenario, digamos, mágico.
R.- El Valle de Baztán es el lugar que elegí para contar la historia de 'El Guardián Invisible'. Vuelvo a este lugar porque tiene una serie de elementos que son perfectos para lo que quería escribir, para el género que yo escribo, que es una mezcla de novela negra y mística, que no magia, porque magia es la de Harry Potter, la de la capa de invisibilidad y esto es bastante increíble. Pero sí que hay una serie de conceptos místicos, históricos que están ligados a este lugar y que son auténticos. Y funciona. Funcionan las novelas precisamente porque son de verdad, Porque el lector percibe que en este lugar pueden ocurrir cosas, puesto que ya han ocurrido cosas. Tiene una base religiosa con la antigua religión que había aquí. Pero es que incluso los crímenes en los que estaba inspirada la trilogía de Baztán son reales, los de una secta satánica que hubo aquí en Baztán. Esta nueva novela también está basada en un crimen real, en lo que ocurrió en la sima de Legarrea y que cuento mezclado con ficción. Todo eso unido a que es un lugar que ha mantenido de maravilla las leyendas, su cultura, su gastronomía, que aparece en grandes pinceladas en la novela. Todo eso hace que este lugar se perciba como algo muy auténtico y le da credibilidad.
En el medievo los hombres podían levantarse durante la noche si se despertaban, pero a las mujeres estaba completamente prohibido
P.- ¿Qué hay detrás de 'Las que no duermen'?
R.- Con el título te lo explico todo. Las que no duermen es un homenaje a la inquietud femenina, a todas las que no nos fuimos a dormir cuando nos mandaron, que fuimos muchas, a la inquietud del que está en la cama y tiene esa necesidad de leer, de escribir, de hacer. En el medievo los hombres podían levantarse durante la noche si se despertaban, pero a las mujeres estaba completamente prohibido. Se creía que el alma femenina, que era más frágil y más estúpida, estaba más expuesta a las influencias del mal que sobre todo durante la noche. Anidaban en el corazón y en la mente de las mujeres, llenándole la cabeza de ideas de inquietudes. Y se consideraba que toda la que se levantaba y se ponía a hacer algo, pues era una bruja. Daba igual lo que fuera, cocinar... Ya sabéis, las brujas cocinan de noche, barren de noche, hacen cosas de noche….
P.- ¿Y NASH?
R.- Es el nombre de la protagonista de esta novela y es además el código forense. Son las siglas, se corresponden con natural, accidental, suicidio, homicidio. Es un código internacional que están sujetos todos los forenses del mundo y establece las causas de la muerte. Los psicólogos forenses, como Nash no participan en todas las autopsias. Pero en ocasiones, cuando el cadáver está muy dañado o ha transcurrido mucho tiempo o incluso no hay cadáver, pero se sospecha que puede estar muerta esa persona, se pide a un psicólogo que sea el psicólogo de los muertos. Realmente lo que va a hacer es convertir a la víctima en su paciente e indagar en lo que leía, escribía, la música que escuchaba, el contenido de su teléfono, de su ordenador, las compras que hacía por internet, todo y además entrevistándome con cada una de las personas que le conoció hasta descubrir qué le pasó, cuál era su estado mental y quién le asesinó, en el caso de que sea un asesinato.
La pandemia en esta novela actúa como contrarreloj
P.- La novela transcurre en marzo de 2020, en los primeros días de la pandemia, ¿qué papel tiene?
R.- La pandemia en esta novela actúa como contrarreloj. Es como el reloj que nos marca el tiempo. Ocurre justo en los entre los días 29 de febrero y los primeros días del confinamiento y en esa cuenta atrás se produce también un momento de metaliteratura, porque el lector sabe lo que pasó o sabe que el día 14 hay una sentencia y nos vamos todos al encierro. Pero los protagonistas de la novela no, así que la amenaza de un encierro está ahí, va y vuelve como un rumor, pero no saben si llegará a ser real. A la vez, según van avanzando los días, tienen más presión para terminar de una vez y llegar a una conclusión. Actúa como reloj perfecto y marca las pautas.
P.- Ha pasado más de una década desde que se publicó 'El guardián invisible', ¿qué ha cambiado en Dolores Redondo?
R.- A nivel profesional mucho, pero ya veis que sigo en mi territorio, en Baztán, fiel a lo que entonces inauguré. Yo no era consciente de que me estaba saliendo tanto de la novela negra, pero hubo voces que desde dentro de la novela negra decían igual esto no es novela negra porque no se puede poner magia en la novela negra. Y estoy de acuerdo, magia no, pero mística sí. Sigo aplicando la misma fórmula, mística sustentada en hechos reales y las creencias propias de aquí. En la novela lo menciono, hay una especie de síndrome de Baztán que yo comparo con el síndrome de Tierra Santa, que es lo que te puedes llegar a creer cuando estás en cierto lugar, imbuido en todo el tono que da la naturaleza, los elementos y la historia de las cosas que han ido ocurriendo en ese lugar.
Sigo dejando mucho espacio para mi familia
P.- ¿Y a nivel personal?
R.- No ha cambiado muchas cosas. Sigo viviendo en el mismo pueblo de Navarra donde vivía, aunque sí estoy muchísimo más en Elizondo. Ahora puedo levantarme por mitad de la noche a escribir si quiero, porque no tengo un despertador y mis horarios para trabajar me los pongo yo, y esa es la gran diferencia. Pero yo me tomo el vino con los mismos en Elizondo y en Cintruénigo, y sigo dejando mucho espacio para mi familia. Sobre todo, he ganado tiempo.
Quizá lo mejor es la de gente que he conocido en este tiempo, personas que me han encantado, porque yo siempre he sido muy lectora, tenía una grandísima admiración a muchísimos escritores, periodistas, gente del mundo de la cultura, y me veía muy lejos para acceder a esto. Una de las cosas más maravillosas que me ha pasado fue conocer a Ana María Matute, y ella tiene una huella importantísima con su realismo mágico, el modo que ella también metía lo mágico, lo místico, lo misterioso dentro de las novelas. Para mí, formar parte de la misma editorial donde ella publicaba es un regalo impagable, poder conocerla personalmente o tener ahora como editor al que fue editor de Carlos Ruiz Zafón, además de haberle conocido.
P.- ¿Qué te dijeron Ana María o Carlos Ruiz Zafón cuando los conociste?
R.- Pues cosas bonitas, porque los dos eran muy generosos y simpáticos. Aunque los dos tenían como un halo muy misterioso alrededor, luego eran muy cercanos, sencillos y tenían su humor, el de Ana María, bastante retorcido y malicioso y muy gracioso. Y Carlos era súper generoso. Tengo una parte friki, que me lleva con algunos autores a ponerme en plan fan y le dije a mi editor que si me conseguiría una novela firmada de él. Me puso una dedicatoria con cosas preciosas que me da vergüenza reproducir. Cuando te viene un halago de alguien que tú le adoras, pues claro, te quedas extasiado y agradecido para siempre.
P.- Estudiaste derecho, has sido cocinera, has podido dedicarte a tu gran pasión que es la escritura... ¿qué te hubiera gustado ser en lugar de escritora?
R.- Sería chef y, si no, sería cardióloga, que es la otra cosa que me apasiona. Para las tres últimas novelas me asesoró un cardiólogo sobre el síndrome del corazón roto, con el que establecí una relación extraordinaria y que, además, es una eminencia. Él estuvo en el primer trasplante de corazón que se llevó a cabo en España, que sobrevivió, que fue una niña de Córdoba que aún vive, es una mujer casada y con niños.
Otra de las cosas que me ha regalado la escritura es conocer a profesionales que me ayudan en la documentación, que son unos apasionados de lo que hacen y que cuando estás con ellos dices '¡madre mía, yo quiero ser cardiólogo también!' Ellos salvan vidas, son extraordinarios, son como héroes. Ahora en la próxima novela lo veréis, estoy con otro pedazo de profesional que no puedo decir qué porque os daría muchas pistas, pero bueno, me tiene enamoradísima de lo que hace.
P.- Has dicho que te gustaría hacer chef, ¿sigues cocinando?
R.- Sí, sigo cocinando. Me gusta elaborar platos de los que lleva días elaborar y en Navidad nos juntamos toda la familia a comer en mi casa, aunque este año estaré con la promoción y tendremos que conformarnos con lo que se pueda. La gastronomía tiene un papel importantísimo en la novela, lo he hecho, no tanto por mi relación con la cocina, sino porque las recetas de las que hablo, que son muy locales y muy antiguas, también son parte de ese vestido que he querido ponerle a toda la novela, para darle credibilidad.
P.- ¿Cuál es tu mejor receta?
Mi receta cumbre es una sopa de pescado a mi manera, que me lleva tres días elaborarla entera, con todos los procesos que tiene. Es alquimia, te lo juro.