El activista LGTBI Álvaro J. Sanjuán, conocido en redes como @Otto_Mas, ha sacado del armario a personajes históricos de la talla de Miguel de Cervantes, Chaikovski y Miguel Ángel Buonarroti, entre otros. Todo empezó con un podcast que después se ha convertido en libro: ‘Grandes Maricas de la Historia’, un título provocador con el que quiere reivindicar que algunos de los referentes culturales, científicos y personalidades clave de la historia eran homosexuales. “Se ha borrado de su legado todo lo que tuviera que ver con su sexualidad, aunque algunos de ellos la vivieron abiertamente, como Chaikovski”, asegura.  El músico del romanticismo fue su primer referente homosexual cuando era niño. Lo descubrió casi por casualidad, ya que este tipo de cuestiones se ha silenciado de los libros de texto. Saber que no estaba solo fue todo un alivio para él.

“Tuve la suerte de que en mi familia no sentí ningún tipo de rechazo salvo una tía carnal, que me llamó marica y eso me marcó”, nos explica en una entrevista. Aunque en su entorno no sufrió de forma evidente la homofobia, sí que se sintió siempre diferente. “Me sentía muy solo y muy aislado”, añade e incluso intentó ‘corregir’  -dicho con todo el sarcasmo del mundo-, su pluma.  “No salí del armario hasta mucho más tarde, ya en la carrera, cuando me di cuenta de que la única manera de superar esa situación de ocultación y de miedos, era abrirse al mundo”, argumenta.

El objetivo de Álvaro J. Sanjuán es que "las nuevas generaciones vean que hay referentes históricos a los que se les ha invisibilizado y rechazado por su condición de homosexuales"

Álvaro J. Sanjuán cree todo habría sido diferente si hubiera podido tener referentes homosexuales durante su infancia y adolescencia. Chaikovski fue el primero y anotó su nombre en un papel que acabó convirtiéndose en una larga lista de personajes históricos. “El libro está escrito, entre otras cosas, para que las nuevas generaciones vean que hay referentes históricos a los que se les ha invisibilizado y rechazado por su condición de homosexuales, incluso cuando ha sido imposible ocultarlos porque eran personajes enormes como Miguel Ángel Buonarroti o Leonardo da Vinci”.

“Todos estos personajes tuvieron que ocultarse porque, si eras homosexual, sodomita, el único destino que tenías era la hoguera, salvo que fueras parte de la sociedad privilegiada, algo que sigue ocurriendo”, argumenta. Es el caso de Leonardo Da Vinci, a quien su círculo social le protegía debido a su arte. “Es verdad que vivía también en Florencia, que era la única ciudad-estado de Italia donde las leyes no eran demasiado salvajes, porque en Venecia se les quemaba directamente”, añade.

Miguel Ángel fue otro privilegiado, nos explica, que tuvo la protección del Vaticano y pudo “vivir con cierta normalidad” su sexualidad. “Pero eran un mal ejemplo y cuando desaparecen se borra todo rastro de su homosexualidad” añade y pone como ejemplo “maravilloso” a pesar de ser horrible, el caso de Miguel Ángel, que llegó a convivir con sus amantes. “Les escribió cartas íntimas muy explícitas y poemas que no cabe duda de que se dirigen a hombres”, subraya. Sin embargo, tras su muerte, un sobrino editó los poemas cambiando las oes por aes. “A partir de ese momento, canónicamente él se convierte en heterosexual”, enfatiza irónico.

Algo parecido le pasó a Hans Christian Andersen, cuyos papeles “fueron quemados literalmente por sus herederos y olvidados de manera muy consciente” o a Chaikovski. “Sus papeles se ocultaron durante mucho tiempo, pero por suerte no se destruyeron”.

Cervantes y los "tratos ilícitos con otros hombres"

Uno de los personajes más llamativos del libro es Miguel de Cervantes. “Ni siquiera se sabía que era descendiente de judíos conversos hasta mediados del siglo XX y eso ya costó tragar, imagínate pensar que un señor tan español como él fuera homosexual”, comenta.

“No hay ningún escrito en el que él diga 'Yo soy un sodomita', porque era una sentencia de muerte, pero sí que sabemos que durante la etapa en la que él estuvo preso en Argel ocurrieron cosas extrañas que no eran muy normales en la época. Como esclavo su vida no tenía básicamente ningún valor para su amo y las consecuencias de escapar eran la muerte o que te cortasen las manos. Él lo intentó varias veces y, curiosamente, nunca tuvo ningún problema”, argumenta. Añade, además, que otros presos que estuvieron con él allí, al volver a España, dijeron que “tenía tratos ilícitos con otros hombres”.

Otra ’prueba’ de la homosexualidad de Cervantes es su afición a jugar a las chapas. “Iba mucho con un editor del que sí que se sabe que era sodomita y por ejemplo era también era muy asiduo a ir a los juegos de chapas. Los juegos de chapas eran básicamente una especie como de piedra, papel o tijera más o menos. No era así que se jugaba mucho en la Castilla de aquella época y por lo general siempre atraía mucho a los prostitutos, prostitutos masculinos que se ofrecían a otros hombres. De hecho, de ahí viene la palabra chapero”, comenta Álvaro J. Sanjuán.

Pederastia y pedofilia en Grecia, la doble vara de medir

Ni siquiera la Grecia clásica o el Imperio romano se salvan de esta persecución a los homosexuales. Asegura que los griegos no tuvieron un concepto discriminatorio hacia ellos porque no los veían como un colectivo. “Se toleraban las relaciones estrictamente sexuales en estratos sociales altos y siempre con una finalidad educativa. Podía ser un político, un militar o un filósofo que tenía a su cargo un adolescente para aprender y se toleraba que hubiera una relación sexual explícita entre ambos durante el proceso de aprendizaje, pero sin sentimentalidad”, comenta. Es decir, “la pederastia estaba bien vista porque tenía la finalidad de transmisión del saber, pero no el sexo, por ejemplo, entre dos prepúberes, que consideraban pedofilia y se castigaba con condenas que podían llegar a la pena de muerte”.

Álvaro Sanjuán considera que el cristianismo puso la guinda al pastel de la intolerancia y sus efectos llegan hasta hoy en día. Le preocupa especialmente el ascenso de la extrema derecha y partidos como VOX, que intentan acabar con los avances conseguidos por el colectivo LGTBI. “La señora Monasterio no se da cuenta de que un hijo o hija suyos pueden ser homosexual o lesbiana. Es algo que no puedes controlar porque nacemos así”, asegura. En este sentido, alerta del peligro de su “integrismo normativo cisheterosexaulizante y religioso” y la recomienda que asuma que “los seres humanos somos más que una etiqueta”. “La gente se piensa que es que ser cis o ser o perdón, ser trans o pertenecer al colectivo, es una impostura que tenemos y que por eso formamos parte del colectivo. No, es que lo soy”, concluye.