Hace unos meses, por el estreno de su nuevo disco, El Secreto, escribía sobre Juicy Bae y la confianza radical que la escena urbana ha depositado en su figura. Pero después de ver su concierto en la Sala But de Madrid este pasado martes, donde la sevillana ha derrochado carisma a borbotones, parece que lo verdaderamente importante es la monumental seguridad que Cristina Vela tiene en sí misma. Juicy Bae es dulce, divertida, directa, sensual y vacilona. Es fiera y aflamencada, contundente cuando se requiere, oscura y provocativa, pero también vulnerable. Tiene voz del sur y los ojos tristes. Se pasea por el escenario diciendo 'period' y combinando todas sus facetas en un despliegue de gracia, como envuelta en terciopelo. Nadie puede dejar de mirarla y alguien del público murmura que "es la jefa".
La cantante sabe lo que hace. Embriaga a los asistentes, bromea, sonríe, mueve el cuerpo, enseña el look y rapea como lo hacen los duros. Derrocha determinación, una cualidad que se da por sentada en los artistas pero que, cuando una realmente la enarbola, se nota. La sevillana salió puntual y con paso firme en la noche madrileña, aunque su concierto arrancó con evidentes problemas de sonido, emanados de la orquesta que la rapera llevaba a la sala madrileña en uno de los shows de su tour, dedicado al lanzamiento de su álbum. Era en esas condiciones que la música en directo retumbaba por toda la estancia y opacaba los dos primeros temas de la artista, Bitch y Ébano 01, dos de las canciones más aclamadas de El Secreto y cuyos acordes se perdían en la But a pesar de la entrada triunfal de la rapera de 27 años. Poco a poco, el sonido iba remontando hasta fundirse con la inconfundible voz de la rapera y proseguir el concierto con normalidad y materializando por fin el acierto que suponía haber llevado su show a otro plano con su séquito de músicos. A su alrededor, una puesta en escena cabaretera y nocturna, con telones rojos y una luna, como si la rapera fuera a salir a cantar en el Club Silencio de Mullholland Drive.
Trance en Madrid
Sin embargo, Vela sacó la artillería pesada continuando su travesía por su nuevo álbum con Trapstar y 96, que activaban el pulso sexual en un proyecto que, aun bebiendo del pop, explora otras vías líricas alejadas del trap que vio nacer a la cantante. Mientras, la anfitriona deambulaba en transparencias sonriente, con la seguridad de quien sabe que hace las cosas bien y que además, satisface al resto. Como si paseara por su casa en tacones y vestido. Por eso se dejaba llevar bailando a su gusto y fardando lo que quería ante su público en los ritmos de SOLtera nunca solA y OBSESIonadO con MI culO. Tiene formación de bailaora desde los tres años y también se mueve con estilo bailando bachata. Daba la sensación que nada podía dársele mal a una artista tan completa.
El camino por El Secreto hacía un lapsus con uno de sus temas más aclamados, Por Ti, incluido en el proyecto que la consolidó en la escena urbana, PTSD, el cual despertaba la curiosidad sobre la personalidad de la artista hace ya tres años. La cantante incluso arrancó con un nuevo tema, perteneciente a lo que será su próximo proyecto del que se jactaba "podría sacar ya mismo", algo que por supuesto, todos creímos. La canción tenía ritmos flamencos que recordaban a Malas Lenguas, pero estos desembocaban en una rapeada limpia y directa, puesta para el aplauso.
En su visita Madrid del pasado martes, Juicy Bae trajo invitados. Tampoco se les echó de menos. Ella sola, cargada de personalidad, se bastó para dirigir un directo envidiable y coherente. Se lo guisa y se lo come. En una de los últimos temas entonó, Room 32 - de las pocas que no pertenecía a nuevo proyecto-, donde se condense mejor esta premisa. Tendré que aprender a estar sola/ A quererme, a cuidarme sola, decía la cantante de PTSD en una canción dedicada a exhibir su brutal certidumbre en su figura. La cantante acababa con CTRL, un pelotazo cuyo estribillo despechado y sensual desataba al público que ya veía embriagado por la protagonista.
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