El pasado 1 de diciembre, se publicó la banda sonora original de la película Teresa de Paula Ortiz. Se trata del primer trabajo firmado en solitario por Juanma Latorre, guitarrista, teclista y uno de los principales compositores del grupo Vetusta Morla. Conocido también por ser productor de otros artistas como Marilia Monzón, Ede o Jacobo Serra, en esta ocasión Juanma Latorre se ha encargado de la composición y de la producción de la música que acompaña a la película, así como de la grabación de guitarras, sintetizadores y percusiones.

Pregunta: Has tenido que poner música a una película que habla sobre la figura de Santa Teresa de Jesús, ¿qué opinión te merece esta figura histórica?

R: Teresa de Ávila es una figura imprescindible de nuestra historia y nuestra cultura, que no serían las mismas sin ella, su pensamiento, su obra poética y su influencia social. Es, además, una figura tan poliédrica en su brillantez intelectual, tan contradictoria y múltiple, que se resiste a verse apropiada por diversas corrientes de opinión política. Justamente por todo ello creo que es una figura que pervive en el tiempo, que se convierte en acervo cultural y que es capaz de hablar con palabras relevantes aún cuatro siglos y medio después de su muerte. Con todo, lo que más me asombra y me emociona de Teresa es su dimensión humana, quizá porque ha sido lo que he descubierto de ella durante el proyecto de hacer la banda sonora para esta película. Su vanidad, su voluptuosidad, su autocastigo, su soledad, su miedo, su determinación en contra de las circunstancias… todos esos aspectos son los que he tratado de acompañar con la música y lo que me han permitido más que ninguna otra cosa a comprender mejor la figura histórica y su trascendencia.

P: En la cinta, Teresa espera a ser juzgada por el Inquisidor por el simple hecho de expresarse libremente. Más allá de la evidente evolución social, ¿ves vigente algún tipo de inquisidores en la actualidad? ¿Quiénes serían?

R: Supongo que los inquisidores se cuentan por millones hoy en día. Todos llevamos uno dentro, a veces lo azuzamos contra nosotros mismos sin piedad. Otras muchas veces damos rienda suelta a su frenesí de purga de lo impuro en el exterior. El ámbito en el que nos comunicamos ayuda, pues ponerse la sotana del anonimato digital favorece el fervor inquisitorial. No hay una Inquisición organizada, ni un contubernio conspirador. Pero de alguna manera el contexto nos anima a ser inquisidores de la realidad en vez de a comprenderla. Es más fácil y sobre todo, ofrece un espectáculo mucho más jugoso.

P: ¿Consideras que tienes libertad total para expresar lo que quieres como artista?

R: En general considero que gozo una libertad bastante amplia para expresarme y para crear. Dispongo de recursos materiales y artísticos reunidos a lo largo de unos cuantos años de actividad y también tengo la edad suficiente para seguir conectado al mundo pero sin necesitar ser complaciente con las tendencias. Es una muy buena combinación para ser libre. Posiblemente la libertad total no existe para nadie, todos tenemos unos límites sociales, personales y estéticos que nos condicionan y que seguramente hacen de la libertad absoluta una quimera. Pero dentro de ese equipaje de introyectos que todos acarreamos, considero que tengo la fortuna de disfrutar de gran libertad de movimientos. Quizás, el mayor condicionante para la autonomía creativa al que nos enfrentamos hoy sea el sometimiento permanente al escrutinio exterior a través de redes sociales y otros medios de comunicación digital. Hace 25 años cuando iniciamos nuestra andadura en la música probablemente era la falta de medios materiales el mayor obstáculo para expresarse como artista y en generaciones anteriores quizá la falta de formación y el acceso al conocimiento. Hoy creo que la abrumadora expectativa de éxito rápido y la demanda permanente de presencia son las ataduras que con más frecuencia condicionan nuestra independencia artística y, lamentablemente, la mayor parte del tiempo sucede sin que nos percatemos.

P: ¿Qué consideras más habitual, la censura o la autocensura?

R: Diría que es más común la autocensura, teniendo en cuenta que tenemos la suerte de vivir en el contexto de un país democrático con avanzadas libertades civiles. En mi opinión cuando la libre expresión se coarta suele tener más que ver con el miedo a no encajar, a ofender, a ser rechazados, a ser cancelados o a ofrecer una imagen de nosotros mismos que no cuadre con las expectativas que tienen de nosotros los demás. Eso no significa que no haya formas de censura blanda o encubierta, como la marginación mediática, la ley de seguridad ciudadana o la protección excesiva que se otorga a determinadas figuras e instituciones contra las supuestas injurias. A pesar de todo ello y por suerte, creo que la censura como sistema represivo pertenece al pasado en nuestro contexto sociopolítico, no así en otros lugares del mundo.

P: En cuanto a la BSO, ¿cómo ha sido el proceso de fusionar elementos clásicos con sonidos más modernos y crear una atmósfera acorde para un personaje del siglo XVI?

R: En la película no nos interesaba recrear un ambiente musical historicista, no nos parecía adecuado ser académicamente rigurosos sino recrear una escena en la que las palabras y las emociones de Teresa resultaran relevantes y comprensibles para nosotros en pleno 2023. Sin embargo, tampoco queríamos descontextualizar por completo la acción ni plantear  una versión anacrónica ni actualizada de los personajes y su mundo. Texto, vestuario, luz, localizaciones, todo ello baila en ese equilibrio y también con la música quisimos situarnos ahí, lo cual exigió el uso de elementos instrumentales y compositivos muy dispares. No parecía una tarea fácil fusionarlos, al fin y al cabo son de procedencias muy diferentes, con timbres muy dispares, casi contradictorios y provenientes de mundos y tiempos desiguales. Para que no se convirtiera en un pastiche y para que la salsa quedara ligada hubo que ir a lo esencial de cada elemento, prescindir de aquella parte de su carácter que se puede asociar a un tiempo y unas circunstancias históricas concretas y quedarnos con su sustancia, con aquello que trasciende a todo aquí y ahora de la misma forma que hace la propia Teresa. Así de alguna manera las polifonías vocales representan lo eclesiástico, lo elevado, mientras la percusión procedente del folclore castellano nos habla de las facetas más mundanas y humanas de la santa. Uniendo todo ello, los sintetizadores juegan a ser un trasunto de la mística, pues algo hay de místico en convertir la electricidad en sonido y como una visión atraviesan e inflaman todo lo que suena en la película.

P: Has trabajado con diversos artistas en este proyecto. ¿Cómo han influido las colaboraciones con músicos como Rocío Márquez, Amarilis Dueñas y otros en la dirección musical de la banda sonora? ¿Qué aportaron a la creación de la música?

R: Las artistas que han participado en esta banda sonora han sido determinantes, no solo en el resultado sino en lo que ha supuesto para mi como proceso de crecimiento artístico y de descubrimiento de nuevos horizontes. Amarilis Dueñas, por ejemplo, es una de las grandes eminencias de la viola de gamba, un asombroso instrumento inventado en España que reinó en la música europea para luego quedar casi olvidado tras la Revolución Francesa. Su sonoridad es contemporánea de Teresa y muy característica de cómo la película sonaba en nuestra cabeza. Para poder incorporarlo necesitábamos a una experta, pero al mismo tiempo a una persona muy abierta para trabajar en alianza con timbres de otros universos sonoros muy diferentes. Amarilis reunía lo mejor de cada virtud que necesitábamos, nos enseñó muchísimo sobre el instrumento, derribó muchos mitos y leyendas urbanas sobre la música clásica en general y barroca en particular y se prestó a un juego de mezclas e improvisaciones en el que brilló con luz propia. Algo parecido hicieron los integrantes de Qvinta Essençia, un grupo vocal que nos condujo de la mano a su universo de polifonía, nos regaló obras clásicas para que las reinventasemos y también cantaron con la misma entrega las composiciones contemporáneas hechas ad hoc para la película. Y qué decir de Rocío Márquez una artista que emite una potente luz que calienta pero no ciega, tanto en lo musical como en lo personal. Nadie mejor que ella podía encarnar en su voz esa idea que Federico García Lorca expresó en una conferencia: que Santa Teresa era flamenquísima y que ese ángel que la atravesaba con un dardo ardiente no era otra cosa que el duende.

P: ¿Cómo ha sido trabajar en la intersección entre la música y la narrativa cinematográfica? ¿Ha habido una colaboración estrecha con la directora Paula Ortiz para asegurar que la música complementara la historia de la película?

R: Tengo el privilegio de conocer y admirar a Paula Ortiz desde hace ya unos cuantos años. Llevábamos tiempo tratando de colaborar juntos en un proyecto cinematográfico, con lo que con esos antecedentes sucedió que trabajamos desde fases muy tempranas codo con codo. Mi primer contacto directo fue hace ya cuatro años cuando asistí invitado por Paula a una lectura del guión, aún en una versión lejos de la definitiva. Acudieron Blanca Portillo y Asier Etxeandía que leyeron e interpretaron el guión a ciegas, es decir, desvelándolo e interpretándolo al instante en tiempo real, pues nunca antes lo habían leído. Por si no fuera poco gozo para mi aquel espectáculo privado, se hallaba presente haciendo las acotaciones y los comentarios de viva voz Juan Mayorga, autor de La lengua en pedazos, la obra teatral en la que está basado el filme. Tan hechizado quedé por lo que allí pasó que ya no quise abandonar a Teresa y cada paso que ha ido dando en guión, en rodaje, en montaje, lo he ido siguiendo con la música. Es un proceso mucho más largo y artesanal de lo habitual en el cine, pero ha merecido la pena pues realmente las piezas que hemos compuesto y grabado han sido el pasaporte para un viaje al centro profundo de Teresa y, también y de ahí lo fascinante del camino artístico, también al centro de nosotros mismos.