Jessica Chastain y Oscar Isaac protagonizan 'El año más violento', de J.C.Chandor, excelente película sobre las cloacas del desarrollo económico de los ochenta.


1981, Nueva York. Un año que ha sido considerado como uno de los más violentos del país debido a la alta tasa de crimen, robos y violaciones. Y sin embargo, El año más violento no gira alrededor de esa violencia, o no al menos de una manera directa. No es una película que muestre excesivamente la violencia, pero se percibe. J. C. Chandor, quien debutó con Margin Call, y sorprendió con la excelente Cuando todo está perdido, escribe y dirige su tercera película para demostrar que se trata de un cineasta con ideas propias y una enorme personalidad.



En lo que va de año nos hemos encontrado en cartelera con películas como Puro vicio, de Paul Thomas Anderson o Foxcatcher, de Bennett Miller que, de una manera u otra, se han introducido en la cara oscura del sueño americano, en sus grietas. El año más violento Chandor sigue en cierto modo la estela de Miller: ambas retratan los años ochenta desde la oscuridad, a partir de una mirada a un país que deja atrás dos décadas convulsas para asentarse sobre unos cimientos fomentados por unos ideales que darán forman a un capitalismo atroz cuyas consecuencias hoy en día siguen pagándose. Porque El año más violento, desarrollada en 1981, habla de nuestro presente, aunque no lo parezca. Ese año fue considerado como uno de los más violentos y sin embargo en la película apenas hay violencia física, explícita. Pero se siente, en los márgenes de la historia, en los comportamientos, en la atmósfera que rodea a los personajes y a los sucesos.



Abel Morales (Oscar Isaac) es un hijo de inmigrantes que ha logrado a base de trabajo el levantar una compañía de transporte de gasolina que ha ido creciendo con el paso de los años. Tanto que está a punto de cerrar la compra de unos terrenos que supondrá su salto definitivo. Abel es un hombre que quiere en todo momento hacer lo correcto, ser legal. Incluso cuando comienza a sufrir asaltos en sus vehículos y en su propia casa no quiere saber nada de armas. Su mujer, Anna (Jessica Chastain), hija de un mafioso irlandés, supone su apoyo pero también su contrapunto, quizá el personaje más inquietante y ambiguo de la película, tanto que al final será clave para el desarrollo de la acción y para su sentido. Y, a su alrededor, políticos, abogados, otros empresarios, judíos prestamistas… crean un tejido humano extraño y sombrío entre los que se mueve Abel en busca de conseguir que todo aquello por lo que ha luchado no se venga abajo y, de paso, no tener que caer en la ilegalidad, la cual está siempre ahí, como una tentación perversa que busca un pacto casi demoniaco con él.


¿Cómo conseguir ser honrado entre tanta porquería? Es la pregunta que recorre transversalmente una película concebida por Chandor mediante la reminiscencia visual y temática de un cine, el de los setenta, cada vez más presente en el cine norteamericano ya sea como mera referencia estética o estilística superficial o como resonancia atmosférica que los cineastas actuales recogen en el presente creando inquietantes y estimulantes lazos de unión entre épocas. Chandor mira al comienzo de los ochenta para, a través de una historia individual crear una visión amplia de una sociedad cada vez más corrompida en sus cimientos más básicos. Abel se enfrenta a un enemigo invisible que le ataca, sin darse cuenta de que, en realidad, está rodeado de muchos otros cuyos rostros son muy cercanos. Su intento de mantener a su familia a salvo (ejemplar es cómo retrata el interior de la casa, en un continuo tenebrismo) y su negocio, poco a poco, va teniendo un precio que acabará pagando, aunque al final, cuando tiene que hacerlo, aceptará con una resignación ambigua. En su claudicación está la respuesta.



El año más violento retrata a un hombre y su lucha y, finalmente, su rendición ante una realidad de la que parece no poder (o no querer) escapar. Pero también es, y quizá ante todo, el retrato del comienzo de una era en la que el milagro económico de la década comenzaba asentándose en una corrupción en varios niveles –política, financiera, fiscal- y en la violencia, y cuyas consecuencias posiblemente se vivieron unas cuantas décadas después, recientemente. Si en Margin Call Chandor había realizado un acercamiento a esos sucesos desde la crónica inmediata y directa, en El año más violento realiza una película más especulativa sobre el llamado sueño americano, o, mejor dicho, sobre su muerte tal y como se había concebido años atrás. Chandor habla sobre cómo la violencia, aunque no sea una película con demasiada, asentó la consolidación de un modelo social que albergaría ese desarrollo económico. Por eso no resulta llamativo que haya elegido ese año y que retrate una ciudad en ruinas, tanto en los planos cercanos como en los generales, aunque sin caer en subrayados ni en metáforas, tan solo dejando que los paisajes se conviertan tanto en una presencia física como en una atmosférica. Una suciedad urbana que es producto de los comportamientos de un personajes que pueblan una película excelente tanto porque lo que muestra como por aquello que sugiere, jugando a la perfección con los elementos que quedan fuera de plano, sugiriendo y mostrando a partes iguales para concluir con un final demoledor en muchos sentidos pero en cuya dureza y frialdad expositiva encontramos el sentido de esta gran película.