A las puertas de Europa (Huso, 2018) llegan personas deslumbradas por los encantos de una región que representa la salvación. Refugiados, se les llama, y la odisea que viven para huir de sus países en guerra —específicamente Siria— es el contexto en el que se desarrolla esta novela del escritor Antonio Álvarez Gil. El autor, sensibilizado, mira con compasión a aquellos que en el silencio buscan pasar inadvertidos.

¿Qué te queda en Latakia, Mourad?

Entre tantas que lo rondan, esta es la pregunta más lacerante a la que se enfrenta uno de los protagonistas que habitan A las puertas de Europa (Huso, 2018)Es Mourad la personificación, junto a Hassán (el amigo que lo interroga), de aquel que “se ve obligado a buscar refugio fuera de su país a consecuencia de la guerra, revoluciones o persecuciones políticas”. Más allá de las definiciones y conceptos incrustados en el vocabulario de la sociedad occidental en estos días, refugiado es una palabra, etiqueta, nombre, que entraña desgarramiento, el desgarramiento de la persona que vive en esta condición. 

Latakia, un pueblo en escombros, arrasado, destruido, derribado tras un ataque de ensañamiento contra los armenios, es el punto de arranque de la recreación de la odisea de los refugiados huyendo de la guerra de Siria. Un acontecimiento que el cubano-sueco Antonio Álvarez Gil no puede dejar de mirar. Movido por una sensibilidad —propia de los escritores— que lo lleva a reaccionar ante la tragedia de los demás, se vale de la narrativa, el único instrumento que posee para abordar sus obsesiones.

 “No solo en mi entorno más inmediato sino en el mundo. Cualquier persona medianamente sensible debe reaccionar a lo que vemos en las pantallas de los televisores y lo que leemos en la prensa sobre la guerra en Siria, y en general sobre el Medio Oriente. Por eso me inspiré en este drama humano para escribir esta última novela que se desarrolla en ese contexto. Empieza en Siria y se extiende hacia Europa porque me interesa ese encuentro entre dos mundos diferentes, el modo en el que los refugiados llegan”.

 Esta mañana, en una terraza desde donde observa Madrid en todo su esplendor, vuelve a viajar en su interior hacia esa región: de allí recoge los acontecimientos que la sacuden y también el recuerdo punzante de sus amigos. “Yo no conozco Siria, pero cuando estudié en Rusia tuve amigos de Siria, Irak, Afganistán, y eran muchachos y muchachas que tenían las mismas motivaciones que cualquiera de nosotros. Vivían, unos con otros, en paz; por eso aquí pongo a un musulmán y un cristiano armenio, porque me interesan esos contrastes”.

 Para referir el hecho de construir una historia en este mundo que todavía no se ha definido, Antonio Álvarez Gil emplea la palabra “atrevimiento”. Es que escribir acerca de un proceso histórico que está en marcha, que no avizora un cierre, puede suponer para los escritores una tarea difícil. Incluso, hay quienes aseguran que necesitan distancia, la distancia que solo da el tiempo, para poder “novelar” los conflictos de la realidad.

 “Es normal que los cronistas, los historiadores sean los que relaten los hechos y los escritores los reconstruyan en mundos de ficción. Yo me metí en camisa de once varas para hablar acerca de un tema que no ha finalizado”. ¿Qué lo movió a atreverse justamente ahora? “Me atreví porque ver el drama de esos pueblos, las imágenes de lo que se han convertido estos países, me ha conmovido mucho”.

“Europa deslumbra con sus luces engañosas”

“Pero ¿cómo es eso? ¿Cómo vas a dejar a tu gente sola en este país, así como está? Eso no es posible ni correcto?”, dice Mourad a Hassán cuando éste le propone marcharse a Europa. Mourad, en la soledad, confirma una verdad que está latente: “Ni Alemania ni Suecia ni ningún otro lugar le han llamado nunca la atención. Su sitio en el mundo es este, el país donde ha vivido siempre, la Siria en la que ha nacido y crecido (...)”. 

A las puertas de Europa no solo narra las peripecias de estos jóvenes que se aventuran a partir, sino que gira en torno a las contradicciones que los angustian. Mourad y Hassán, uno más dudoso que otro, arrastran consigo el sino de la tragedia, la pérdida de sus hogares. “Cuando estás arraigado en un lugar te cuesta separarte de allí”, afirma Antonio Álvarez Gil; por ello distingue entre los que vienen buscando un futuro económico estable y los que intentan salvarse. “Una cosa es partir porque deseas buscar mejoras, otra es verte obligado a huir porque no tienes más alternativa. Moverse, emprender un camino nuevo, desconocido, muchas veces, además, conlleva el riesgo del fracaso”.

“Sin embargo, a lo largo de la historia —continúa—, los españoles (gallegos, canarios, andaluces, asturianos) partieron a cualquier país de América porque vivían mal en su tierra. También están los irlandeses o los suecos que se movieron a Estados Unidos. El hombre está en constante movimiento. Esto puede gustarnos más, gustarnos menos, pero seguirá ocurriendo. Ahora mismo sigue viniendo gente de los países más desfavorecidos. ¿Por qué vienen a Europa? —pregunta— porque se deslumbran con el boato de estas tierras”.

A las puertas de Europa arriban los grupos humanos que están involucrados en un proceso de éxodo como consecuencia de la guerra. “Aunque podrían mirar a un país musulmán más próspero o Australia o Indonesia, eligen Europa en busca de la felicidad, del bienestar. En el siglo XX se ha visto como una tierra de democracia, libertad, prosperidad y deslumbra con luces engañosas. Europa no puede dejar entrar a todo el que venga y yo me detuve en esa imagen de aquellos que llegan a sus puertas, quieren seguir avanzando y no pueden”.

Antonio Álvarez Gil no pretender profundizar en las causas del conflicto, porque para ello sí habrá que esperar que los estudiosos e historiadores analicen “por qué empezaron a matarse entre hermanos, después de haber vivido tantos años en concordia. Una parte de la población se ha radicalizado, han ganado posición los lados extremistas y se asesinan personas por ser cristianos”. Ante esta situación, el tema es —refiere— hasta qué punto Europa puede absorberlos, qué hacer ante la columna de gente caminando, que se ha muerto por el camino, sufriendo hambre, frío, enfermedades.

“La solución de todo esto no la sé porque no soy político ni quiero serlo. Imagino que los gobernantes deben pensarla, pero este flujo se les ha venido encima sin estar muy preparados para ello. Creo que sería ideal tratar de apaciguar las guerras o de mejorar las condiciones de estos países porque hay gente que no solo viene por la guerra sino por problemas económicos. ¿Es justo o no es justo que vengan? ¿Qué hacer para integrarlos? ¿Deben mantener sus costumbres? ¿Cuál es la actitud que se debe tomar ante ellos? Todas estas son parte de mis preocupaciones, como cualquier hijo de vecino, pero no soy quien debe resolverlas”.

“Medkänsla”, que significa compasión

Recurrir a la memoria y, por supuesto, a los eventos actuales fueron claves en la construcción de esta obra. Antonio Álvarez Gil, quien vive desde hace muchos años fuera de su país, escarbó, removido, en su propia experiencia de estremecimiento, aunque deja claro que ésta nunca podría compararse con las condiciones en las que se encuentran sus personajes, que aunque se pasean por la ficción, no cabe duda de que existen (o podrían existir). Para escribirla tuvo que prepararse y leer durante mucho tiempo sobre esta región del mundo, tratando de desentrañar los orígenes de estas tragedias. 

“Yo creo que cualquier escritor que se proponga puede escribir esta novela, pero en mi caso, que dejé mi país, que fui refugiado en Suecia, sé lo que significa romper con tus raíces, con tus tradiciones, ir a un país nuevo, caer, incorporarte, y transitar por un camino hacia el futuro. Esa experiencia personal, mis reacciones ante la llegada a Europa, mis temores, miedos, expectativas, me han ayudado a la hora de definir la trama y los personajes, así como su manera de enfrentar la tarea que les puse: la huida”. 

Para este autor es imprescindible no quedarse con lo que está a la vista, sino ser capaz de explorar otros mundos, para forjarse una visión global de la realidad. “Cuando yo era un cubanito de un pueblo del interior de Cuba escribía sobre el mundo que conocía, que era pequeño. Después viví once años en Rusia, veinte en Suecia y ahora vivo en España. Conocer personas de otros países me permitió ampliar mi horizonte vital y escribir sobre temas que de no haber conocido esos lugares no hubiese podido”.

Este interés de explorar en la condición humana, nació hace muchos años —recuerda— cuando apostó por la literatura y se dijo a sí mismo que sería escritor. Aunque ha tenido oportunidades en la vida de ocuparse de otras cosas, siempre optó por seguir este camino porque siente la necesidad de contar las historias que es capaz de concebir. “¿Será vanidad?”, cuestiona. Aunque no lo sabe; le parece que “son dignas de que la gente las lea, se involucre en ellas”.

“Dicen que lo primero que debe lograr un escritor es que un libro sea entretenido. Si es un libro aburrido, el lector lo abandona, y por mucha lección que trate de dar en su contenido, no llega. En mi opinión, además, debe tener un lenguaje, una forma, que intrigue al lector a querer saber más y, por último, que deje un poso, un residuo de ideas, que mueva al lector a pensar en el drama, en la tragedia, que lo haga sacar sus propias conclusiones, que lo haga ser un poquito mejor como persona, ésa ha sido mi intención”. 

Para el que está de este lado, en Europa, “toparse” con los refugiados —plantea uno de los diálogos de la obra— representa encontrarse con un extraño que viene con el país de origen tatuado en la frente y cargado de todo lo que implica: su cultura, sus costumbres, su idioma, su manera de ver el mundo, sus continuas guerras. ¿Cómo actuar, entonces, cuando esto pasa? ¿Qué hacer antes de espantarnos?. “Medkänsla”, pronuncia el escritor en sueco. Medkänsla, que significa compasión, ponerte en los zapatos del otro, sentir como el otro, acompañarlo en sus pasiones, en su manera de sentir. “No se trata de ver al otro por encima del hombro, diciendo: ‘¡Ay, pobrecito’; sino como a un igual que necesita ayuda”.