Rescatadores y voluntarios luchaban el viernes, 3 de enero, por salvar casi 200 ballenas piloto varadas en la isla Sur de Nueva Zelanda, según informa National Geographic. Al menos dos docenas fueron encontradas muertas y más de 80 personas bajaron a la playa para comenzar la difícil tarea de devolver al agua a las supervivientes. Tras varios días de esfuerzos, parece que ha muerto ya un centenar de ejemplares. 

El extremo noroeste de la isla es especialmente peligroso para estas ballenas –piloto- porque las aguas son poco profundas, por lo que en verano algunas se quedan varadas en la zona. Además, el riesgo para esta especie es todavía mayor al tratarse de ballenas muy sociales que suelen desplazarse en grupo. Según los expertos, un grupo suele encallarse cuando uno de sus miembros queda atrapado (normalmente uno de mayor edad o enfermo); los demás se pierden entre la marea, porque su prioridad es permanecer con el primero. La mayoría de los investigadores coinciden en la teoría de la desorientación.

No está demostrado, que el hombre tenga alguna culpa en esto, pero podría ser. Una de las principales amenazas para los cetáceos parece estar relacionada con el incremento exponencial del tráfico marítimo en las últimas décadas. Los ruidos de baja frecuencia producidos por grandes barcos y las altas frecuencias de pequeñas embarcaciones pueden tener grandes efectos sobre sensibles cetáceos.

Sonares de uso militar podrían ser los responsables de la masiva muerte de ballenas y delfines. Al parecer los mamíferos quedan desorientados con la contaminación sonora en los océanos. Así lo expone un artículo de la BBC Mundo en el que se afirma que el ruido de los sonares puede acelerar el ascenso de los cetáceos desde aguas profundas, lo que al parecer provoca la típica descompresión que a veces afecta a los buzos cuando ascienden muy rápido de las profundidades.

Un grupo de científicos que examinó los cuerpos de 10 ballenas muertas atrapadas en una playa encontró señales evidentes de formación de burbujas en el torrente sanguíneo de los mamíferos, además de pérdida de sangre en sus órganos vitales.

Los científicos que examinaron los cuerpos y escribieron lo que vieron en la revista "Nature", indicaron que las señales del sonar pudieron haber causado los cambios en la forma en que nadan los mamíferos, acelerando la manera en que ascienden. Científicos británicos y españoles tienen dos teorías sobre las causas, según informa la BBC.

La primera señala que las ondas de sonar son tan poderosas a corta distancia y en profundidades extremas que alteran el nitrógeno comprimido, lo que causa que el gas se expanda.

El otro postulado señala que el sonar confunde el sentido de profundidad en ballenas y delfines, causando un rápido y peligroso ascenso.