La época estival se resiste a marcharse, y nosotros también somos un poco reacios a dar la bienvenida a una nueva temporada del año. Si bien es cierto que la semana pasada la DANA vino a decir que el mal tiempo está cada vez más cerca, también es verdad que todavía quedan días de verano, como diría la canción y unos últimos coletazos de calor que aprovechar. En la misma línea, hay unos cuantos afortunados que a estas alturas no han tenido -o no han gastado- sus vacaciones, por lo que, para ellos, aunque sea con una sudadera, el verano es ahora.

En cualquier caso, el plan que traemos a continuación es válido para cualquier momento del año. El enclave, localizado en el Mediterráneo, es más que conocido, pero a lo mejor no tanto la curiosa historia que oculta. Hoy viajamos hasta Altea, uno de los destinos vacaciones por excelencia y más aconsejable si cabe visitarlo ahora teniendo en cuenta que a medida que pasa septiembre la afluencia turística baja considerablemente.

Un paraíso ‘griego’ o de La Toscana

No se pueden continuar estas líneas sin hablar un poco de esta localidad alicantina, en la que merece la pena pasar aunque sea un día completo simplemente caminando por sus calles. La zona de la playa o paseo marítimo abarca bares, restaurantes y un sinfín de actividades, pero a nosotros la parte que más nos gusta es la del casco antiguo, como suele ocurrir en la mayoría de los municipios.

Si hace no mucho ElPlural.com dedicaba un artículo a un pueblo malagueño que parecía sacado de la mismísima Grecia, Altea también tiene ese toque similar a las capitales del Egeo e incluso de La Toscana. Casitas blancas, un toque barrionalista y rural, tiendecitas de estilo ‘hippie’ y su Iglesia de Nuestra Señora de Consuelo, cuyas cúpulas de tejas de cerámica vidriada en azul vigilan toda la Costa Blanca. Y muchas cuestas…

Imagen de Altea

 

Playa con un búnker

Al otro lado del mapa local se encuentra la playa de Altea, de un kilómetro de largo y 10 metros de ancho, localizada entre la desembocadura del río Algar y al cabo que le cede el nombre. Con la Sierra de Bernia como telón de fondo, sus aguas son cristalinas y se vuelve llamativa por dos razones. La primera y que salta a la vista nada más acercarse a ella es que es de piedras ¿Por qué esto es una novedad? Simple y llanamente porque quien haya acudido alguna vez a alguno de los territorios de alrededor, véase Denia, Calpe, Benidorm… se habrá dado cuenta de que es la única playa de roquitas-gravilla- de esta área mediterránea.

La parte positiva es que la postal que regala es impresionante, ofreciendo -para gusto del redactor de estas líneas- una de las mejores imágenes de las que se pueden disfrutar, especialmente al atardecer. El inconveniente es que no es la más recomendable para bañarse o caminar por ella, aunque no hay nada que muchas ganas y un buen calzado no puedan hacer. De hecho, el asunto del calzado es importante, pues te habrás dado cuenta de que ya solo con acudir a Altea, sea la parte que sea, hace falta un calzado adecuado, pero merece la pena.

Lo otro destacable de esta playa, conocida como la del Cap Negret, es un elemento que se levanta sobre la arena y probablemente te llame la atención. Se trata de un búnker de la Guerra Civil. La construcción defensiva fue levantada durante los primeros años del conflicto bélico, concretamente en 1937, por el bando republicano.

Y es que Altea fue un enclave estratégico de la Guerra, por el que atacaban tanto las tropas franquistas como los aliados italianos del bando nacional. De hecho, no es el único búnker que hay ni que existió en la localidad, pues actualmente hay dos más -uno en pie, en la plata de L’Olla, cerca de Cap Negret- y un tercero, ya sumergido, en la playa Cap Blanch.