Si podemos medir el consumo energético de nuestros móviles, tabletas y ordenadores en casa, aunque sea algo muy presente en nuestras vidas, no parece tanto consumo. Y es cierto. Suelen ser equipos de bajo consumo, digitales y que no requieren mucha electricidad para funcionar. Aunque sumar, suma al conjunto de nuestro consumo.

¿Entonces dónde está el impacto ambiental del uso de internet? La respuesta es sencilla, en aquello que no vemos.

Si internet fuese un país, sería el sexto más contaminante del mundo. Piense un momento que ocurre cada vez que ponemos un mensaje en Whatsapp o enviamos un correo electrónico: circularán impulsos eléctricos por una inmensa red que atraviesa todo el planeta, sube a una red de satélites usando para ello grandes antenas de telefonía y, sobre todo, se almacenan esos datos e información en inmensos centros de datos ubicados en muchos lugares del mundo que requieren una temperatura baja para evitar que se calienten los equipos y se estropeen.

Hablamos de los pocos datos que lleva un mensaje de Whatsapp o un correo, si le sumamos imágenes, ese vídeo tan gracioso que no he podido ver pero reenvío a mis amigos…ya la cantidad va subiendo. Aunque el mayor uso de datos, en el ciudadano medio, no en las empresas, empieza a ser el visionado, envío de vídeos y el uso de plataformas de películas y juegos en red.

En los cuatro minutos que posiblemente tarde Usted en leer este artículo, se habrán enviado en el mundo 152 millones de mensajes de Whatsapp, se abran visualizado más de un millón de horas de Netflix, 17 millones de vídeos en Youtube y se realizarán 14 millones de búsquedas en Google.

En 2020, tuvimos más de 30 mil millones de dispositivos conectados a Internet y cerca de 4.100 millones de usuarios, más de la mitad de la población mundial, según Greenpeace.

Tanto los gigantescos centros de datos, que pueden alcanzar extensiones de hasta 130.000 m2 en Tokio, como muy especialmente las redes de comunicación, los dispositivos de los usuarios y la energía necesaria para fabricar los propios equipos serían los cuatro aspectos de mayor demanda energética como consecuencia del funcionamiento de Internet. Debemos sumar la necesaria refrigeración de las instalaciones, dado que deben mantener una temperatura baja de forma constante. En este sentido están comenzando a aplicar un criterio muy sensato algunas compañías: poner estos centros de datos y de cálculo en lugares fríos como los países nórdicos europeos.

La huella ecológica en general de todo lo que podríamos denominar internet, ya equivale al 7% de la electricidad mundial, según Greenpeace. Igualmente, se considera que esta industria de las tecnologías de la información genera el 4% de las emisiones globales de CO2, el equivalente energético a dos flotas de Boeings 747.

Pero… ¿cuánto contamino yo?

Ya no necesitamos ir a una biblioteca, consultar en una enciclopedia, preguntar a expertos o enviar cartas para aclarar alguna duda. Hoy, podemos resolver todas las dudas que queramos usando los buscadores que nos permiten acceder a millones de datos e información en un instante. Sin salir de casa, podemos tener una reunión con gente de todo el mundo, leer un artículo científico publicado en la otra punta del mundo sin necesidad de viajar, ver un espectáculo en cualquier lugar, comprar desde casa, trasladarnos o utilizar otros soportes. Es evidente que nos aporta un gran beneficio, pero un uso indiscriminado y abusivo  proporciona una huella ambiental que es difícil de rastrear y calcular.

Cada búsqueda que realizamos en internet libera al medio ambiente 0.2 gramos de CO2, lo que, según Google, significa que el efecto invernadero provocado por mil búsquedas equivaldría a conducir un coche durante un kilómetro. El streaming de vídeos también está en pleno auge como demandante de datos. En 2020, representó el 80% del tráfico global de internet.

Podemos reducir nuestro impacto de forma sencilla con medidas como: no enviar videos, imágenes o correos a “mansalva”, apagar el interruptor del televisor, equipos y especialmente el router cuando no lo usamos o por la noche. Si un equipo está conectado, seguirá actualizándose, actualizando información y consumiendo.

Podemos incluso, cerrar en nuestros ordenadores aquellas pestañas y ventanas que no utilicemos, vaciar la bandeja de entrada de nuestro email o reciclar todos esos objetos tecnológicos como móviles o portátiles que acumulamos en casa cuando ya están obsoletos y solemos guardar en un cajón pensando que serán usados en un futuro.