Es sorprendente la pasmosa facilidad con que muchos medios de comunicación han comprado la retahíla de que en las elecciones del día 19 no vale argumentar con el miedo a la extrema derecha: hasta el propio Moreno Bonilla ha aseverado –con la discreta moderación que le caracteriza – que la gente en Andalucía “ya no tiene miedo al PP”. Sorprendente, además, porque ese supuesto miedo a la derecha ya no puede ser utilizado, pero el miedo a los social comunistas, independentistas, republicanos y “filo etarras”, ése sí se puede utilizar, y de qué manera.

Pues bien, hablemos de políticas concretas para saber qué consecuencias tendrán en la vida cotidiana de la gente las distintas opciones, hablemos de cómo se  puede cambiar la vida de la gente para salir de la desigualdad. No hablemos de miedos pero sí hablemos de lo que han sido estos cuatro años de gobierno de las derechas en Andalucía. ¿Cuántas personas de entre las que escuchan hablar de “bajada masiva” han visto bajar sus impuestos de forma masiva, con qué cuantía? ¿Cuántas familias han podido llevar a sus hijos a un colegio mejor sin que les cueste más dinero al mes, y cuántas se han visto obligadas a cambiar de colegio por eliminación de unidades del público donde tenían a sus hijos? ¿Cuántos enfermos han visto mejorada su atención sanitaria en los Centros de Salud, y reducirse su lista de espera para una prueba diagnóstica o una intervención quirúrgica, sin tener que acudir a una póliza privada? ¿Cuántas personas dependientes no se han desesperado ante la culpable demora en ver reconocida su situación y atendida su prestación correspondiente?

¿Miedo? No, pero sí preocupación porque se presenta como un gran logro que “casi nada” haya cambiado en estos cuatro años, mientras se han estado sentando las bases para un cambio de prioridades que en el medio y largo plazo sí que va a cambiar a peor la vida de mucha gente. Porque si seguimos el camino emprendido en la sanidad, cada vez será más conveniente hacerse una póliza privada de seguro sanitario – para quien pueda pagarlo, claro – para la atención primaria, mientras se deteriora la hospitalaria en los centros públicos que son de todos. La normativa sobre escolarización de las derechas acabará produciendo centros escolares públicos cada vez más segmentados y segregados, de los que miles de familias – las que puedan pagarlo, claro – procurarán cambiar a sus hijos a centros privados concertados, que cada vez recibirán más financiación pública en detrimento de los Colegios e Institutos que son de todos. Las políticas de supresión de eso que despectivamente se han llamado “chiringuitos” han producido, por ejemplo, que en noviembre pasado no se renovaran más de 700 contratos en el Plan INFOCA, con lo que las inexcusables tareas de prevención y limpieza de los bosques sufrieron una merma que seguramente algo tiene que ver con lo que ocurra este verano en los montes andaluces con el fuego – como ejemplo, el incendio de Sierra Bermeja. Estos procesos no son fruto de mi imaginación, sino de la constatación de las políticas que las derechas han venido llevando a cabo en otras Comunidades durante décadas, y que se tornarían más agresivos en Andalucía los próximos años si vuelven a gobernar las derechas.

Soy consciente de que en las barriadas populosas de nuestras ciudades, justamente allí donde viven más personas con limitados recursos que sufren más  esas políticas, la participación suele ser muy escasa, mucho menor que en las barriadas de clases acomodadas que, al contrario,  se ven beneficiadas por ellas. No se trata, pues, de votar con miedo: muy al contrario, se trata de votar con plena conciencia y sentido de la responsabilidad, de votar con libertad. Es esa libertad la que debería de llevar a los vecinos del Polígono Norte y de Las Letanías en Sevilla, por ejemplo, a votar; es esa conciencia de lo que se juegan la que habría de llevar a votar a los vecinos de Figueroa o de Fátima en Córdoba; es esa responsabilidad ciudadana la que debería de llevar a votar a los habitantes de Los Almendricos en Almería o de  Almanjayar en Granada. Porque nadie desde los despachos o desde los spots de televisión y los twits va a defender sus intereses: los tendrán que defender ellos y ellas, con el ejercicio del sufragio universal, libre, directo y secreto, que es el arma más poderosa que tienen los que no tienen más poder que su voto. 

Precisamente por eso, por orgullo y por conciencia, que no por miedo, es muy posible que esas gentes sencillas den una lección de civismo y participación: que vayan y voten, que vean quiénes pueden defender sus intereses mejor, frente a quienes se envuelven en palabras de patriotismo de hojalata o de discreta moderación con piel de cordero. Mi voto, cómo no, será para el PSOE. El de ellos y ellas será libre: pero si votamos ganamos.