Se abre una nueva etapa en nuestro país, especialmente en Euskadi. Una etapa con menos miedo y con más esperanza. La decisión de los etarras, por inevitable y previsible que fuese, resulta un alivio para quienes debían mirar cada mañana los bajos de sus automóviles y para quienes se despedían de sus seres queridos con el temor de no volver a verlos.

Ahora bien, dejemos los brindis para otro día. Para empezar, los términos del último “comunicado” de la banda asesina son tan nauseabundos como siempre. El ejercicio burdo de intentar legitimar sus crímenes con referencias a la “solución justa y democrática” para el “secular conflicto político” constituyen una ofensa a la dignidad de sus centenares de víctimas inocentes, y un insulto a la inteligencia de todos los demás.
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