Hay un refrán popular según el cual “tiran más dos tetas que dos carretas”, machista y casposo donde los haya, como algunos otros, producto de la época en que surgieron. Pero esa expresión, en la que no pensaba hace tiempo, se desenterró del cajón donde mi memoria la tenía escondida de repente. Y fue a raíz de algo de lo que se habló por tierra, mar y aire, el hecho de que Amaral se quitara el corpiño para cantar su tema Revolución en un concierto, y se quedara con el pecho al aire.

La artista lo hizo como una reivindicación contra la censura y por los derechos de las mujeres, y muy bien que hizo. Con su gesto, que por muchos se tildó de innecesario, demostró precisamente lo contario, que es necesario. Absolutamente necesario.

De un tiempo a esta parte, estamos asistiendo a un retroceso considerable en temas que creíamos superados. Y el cuerpo de la mujer es uno de ellos. Lo que se consiguió desde los tiempos del destape -donde las ganas de libertad impedían ver el machismo de la cuestión- hasta hoy parece que está en franco retroceso. Y cosas que se deberían ver con toda naturalidad, como los pechos de quien quiera enseñarlos, se han convertido en tabú si quien tiene ese gusto es una mujer. Y solo si es una mujer, porque los hombres pueden cantar en público con el pecho al aire sin ningún problema.

A mí me gustó el gesto tanto como me dolió que fuera preciso. Tal vez por eso, lo peor no han sido las críticas de aquellos contra cuyas acciones se rebelaba, sino las que han venido del otro lado. Me parece terrible leer cosas como que buscaba llamar la atención utilizando el feminismo, o que con las tetas de la mujer no se reivindica nada. Y me parece todavía peor acusarla de enseñar las tetas pero no hacer otras cosas para luchar por las mujeres. Una afirmación que, por cierto, me suena mucho: cada día leo a haters reprochándome que luche contra la violencia de género, pero no contra los accidentes de trabajo o la seguridad vial, como si una cosa excluyera la otra.

No podemos olvidar que, cuando de derechos se trata, las mujeres nos jugamos mucho. Y a veces, ser más papistas que el Papa nos convierte en nuestras peores enemigas, mientras los machistas siguen frotándose las manos. Y eso no podemos permitírnoslo

Así que, desde aquí, mi aplauso, Amaral. Ojalá puedas, en lo sucesivo, enseñar lo que quieras sin que necesites hacerlo como reivindicación. Esa será la verdadera revolución      

SUSANA GISBERT GRIFO

Fiscal (Twitter @gisb_sus)