Calificó a los banqueros de medio mundo de gánsteres e incluso de gorileros, señalando a la crisis y aludiendo a las sospechosas maniobras que hay en España  acerca de Bankia.  No se olvidó  de subrayar que, mientras la educación escolar o universitaria y la sanidad están siendo objeto de brutales recortes por parte del Gobierno, el dinero público se dedique a rescatar bancos.

El PP no dio la cara
Y además  se adentró el gran cocinero en la política con nombres y apellidos. De modo que acusó al PP de “no dar la cara en las elecciones; si hubieran explicado lo que iban a hacer igual no están en el poder”. Esta frase la repitió varias veces.  Arguiñano habló sin miedo y claramente. Su mensaje fue nítido. Su discurso se entiende con facilidad. Ni miente ni desdibuja deliberadamente la realidad. El PP estuvo agazapado durante mucho tiempo. Temía enseñar sus cartas. No destapaba el programa electoral y se refugiaba en la confusión y el silencio retorcido.

De forma torticera
Así, de forma evidentemente torticera, llegó Mariano Rajoy a La Moncloa. Es cierto lo que apunta Arguiñano. Si  hubieran destapado los genoveses el pastel popular prometido, sin ocultar que estaba agujereado por escarabajos, la gente habría salido despavorida y lógicamente encabronada. La ciudadanía española confió mayormente en el PP, después de los fracasos del Ejecutivo socialistas ante la expansión de la crisis. Confió entonces mucha gente que se ha dado cuenta de que se equivocaron

Confianza diluida
Pero esa confianza popular se está diluyendo, y a toda velocidad, a la vista del caos y de la opacidad extraordinaria que caracterizan  la política de Rajoy. ¿Pero por qué continúa empecinado Rajoy en no investigar a Bankia, cuyo dinero no procede del sector privado, sino de los contribuyentes? ¿Tanto temor tiene el presidente del Gobierno a los presuntos gánsteres que hayan podido quedarse en el interior de  Bankia?

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM