Pablo Iglesias sabe que Podemos ha muerto y ya tiene a su asesino imaginario. Convierten un error de Antonio García Ferreras en la “prueba definitiva” de una conspiración que solo existe en su cabeza. Iglesias, que ha pasado de vicepresidente a lápiz rojo del periodismo, quiere justificar sus fracasos con unos audios antiguos y descontextualizados del hombre que le dio la oportunidad de mostrar su discurso al gran público.

Todo imperio necesita una red de drenaje. Nadie es feliz conviviendo con los desechos. No hay altura sin bajura, no hay rascacielos sin cloacas. Pablo Iglesias lleva toda la vida poniendo nombre a sus etapas futuras: los círculos de Podemos hasta que pisoteó los círculos para ejercer un poder vertical sobre las bases de su partido, los de arriba y los de abajo hasta que fue de los de arriba, la casta hasta que él mismo se convirtió en casta piscinada y periférica, el régimen del 78 hasta que la Constitución del 78 le hizo vicepresidente… Ahora son las cloacas, como si sus tobillos estuvieran limpios de fecalidad y despojos. Los audios de Antonio García Ferreras le han escrito el relato. La verdad es muy diferente.

Pablo Iglesias sabe perfectamente que laSexta no conspira para hundirlo ni a él ni a su partido. Jamás han estado silenciados, ni ha habido más colmillo que el del día a día y sus numerosas torpezas. No hay trato de desfavor. No hay recelos. Solo una descripción certera de su caída. Del sorpasso al bajonasso que viven ahora. Al Rojo Vivo, al contrario, y hace bien Ana Pastor en recordarlo, consiguió dar seriedad a un partido deslavazado y vocinglero. Ferreras les dio micrófono y cariño. Minutos y tablas. Cuando muchos, o casi todo el mundo, les silenciaba. Pablo Iglesias, simplemente, está echando la culpa de su mala gestión como líder bananero de Podemos al empedrado. Maquilla sus continuos fracasos electorales. Tocó techo y se dedicó a conspirar, a medrar, a señalar a otros compañeros. Se erigió en salvador. Quiso “parar el fascismo” en Madrid. Y se fue por el desagüe político de este país. Como tantos otros antes que él y otros muchos que vendrán.

A Pablo Iglesias solo le interesa un tipo de periodismo: el lameprepucial. El seguidista. El que le dice lo guapo que se ha levantado esta mañana. Señala a todos los que le cuestionan. Los nombra en Twitter. Dirige las flechas de su corte de palmeros sin temblar. A Ferreras se la tenía jugada y ahora surfea sobre unos audios sin contexto, sobre una noticia vieja y mal dada. Convierte la anécdota en costumbre, convierte lo pequeño en algo magno. Excusas. Excusas baratas. Manual para sus fieles. Cortinas para esconder al mago de Oz. Por supuesto que defiendo a Ferreras, su honestidad y su profesionalidad, lo he visto desechar informaciones, conozco su solvencia y su celo… por supuesto que defiendo a Ferreras frente a un saltimbanqui dialéctico, un líder pauperizado que ahora se refugia en un periodismo activista que ni es periodismo ni es activista, que, como todo lo que toca, es solo chufla floreada, vanidad e impotencia. Un artistilla de lentejuelas actuando en la verbena de Roures. Poco más.

Yo he cuestionado las mismas cosas que tú, Pablo Iglesias. En las elecciones andaluzas cuestioné a Vox. Y escribiendo sobre Álvaro Zancajo, te lo juro, me acordé de ti. Los extremos se dan la mano. Él hizo lo mismo que tú estás haciendo ahora: señalar a los periodistas, hablar de conspiraciones televisivas, achacar la falta de empuje de su partido a una oscura labor comunicativa. Tú solo eres bueno en el alboroto, Pablo. Enfangar. Prometer. Enfadarte de cámaras hacia fuera. Por supuesto que hay que hacer autocrítica, que la profesión debe extremar los filtros y las comprobaciones en estos tiempos de información líquida y prisas por contar las cosas antes que nadie, pero desde luego esa crítica no puede venir de quien es parte del problema porque La Base o La Última Hora tienen el mismo peligro que Estado de Alarma y buscan exactamente lo mismo que las grandes empresas periodísticas: influir, tener poder y ganar dinero. No pueden valer las denuncias de Inda cuando le interesan a Podemos, porque son de Gürtel o el Rey, y no valer ahora, porque además hay que recordar que una juez desestimó la demanda porque la información era veraz. Hay una famosa foto de Ferreras comiendo contigo y Errejón: ¿por qué no va a comer Ferreras con Villarejo? ¿Soportarías que se publicara el audio de esa comida?

Pablo Iglesias ya está más cerca de un tarotista de madrugada que del vicepresidente que fue. Ensuciar las instituciones, cuestionar a los profesionales del periodismo, segmentar la realidad en buenos y malos… eso sí que son ataques a la democracia. Las cloacas, las verdaderas cloacas, son las que anteponen la soberbia y el ego de un político venido a menos frente a la ciudadanía. Que un líder que pasará a la historia por su incapacidad para gestionar un partido como Podemos, un jefe nepotista, ombliguista y desacertado, venga a decirnos a los picapedreros de la información lo que debemos o no debemos hacer sólo tiene un calificativo: desahogado. La clá de Twitter puede seguir disfrutando de sus telepredicadores, de sus mensajes gruesos y de su perpetua oposición. Pero Podemos aún gobierna. Benditas conspiraciones que son incapaces de impedir que un partido "perseguido" llegue a lo más alto de la política española, ¿no? “Más reinos derribó la soberbia que la espada; más príncipes se perdieron por sí mismos que por otros”, escribió Diego de Saavedra. Yolanda Díaz arranca con Sumar en la misma semana en la que Pablo Iglesias ha empezado a enterrar a Podemos. Ya tiene a su asesino imaginario. Nadie llorará más que él en el sepelio, pero seguro que habrá quien sienta más la defunción de una esperanza compartida que devino en juguete de pijos y bocachanclas.