Después de que lo que ocurrió en agosto “no existiera” para Albert Rivera, han llegado el miedo y las prisas para el líder naranja. No sorprende el cambio de posición y de discurso, porque esa es la historia de siempre en Ciudadanos, pero esta vez ese cambio tiene ribetes patéticos. Rivera está metido en una versión libre del Cantar de los cantares, del que todavía no sabemos el final. No busca obstinadamente el reencuentro con un único amor, sino que cambia según las circunstancias.

Ya lo ha dicho el ex diputado socialista Eduardo Madina, en el programa de Àngels Barceló en la Cadena SER: Rivera decía poner un cordón sanitario a Pedro Sánchez, pero no al PSOE, y acaba poniendo un cordón sanitario al PSOE, pero no a Pedro Sánchez. Basta con ver lo que hizo en Madrid, Andalucía o Castilla y León, por un lado, y la rocambolesca propuesta para su abstención, por el otro.

Para abstenerse ante el candidato Pedro Sánchez, en una eventual nueva sesión de investidura, pone como condiciones: que el presidente rompa su “pacto” con Bildu en Navarra, que se aplique el artículo 155 en Cataluña – y no se indulte a los presos independentistas-, y que no suba los impuestos. Lo cierto es que no hay pacto con Bildu y que no se puede indultar a quienes no han sido condenados. Respecto a los impuestos, quien se llama a sí mismo “constitucionalista” debería saber que nuestra Constitución dice que los impuestos tienen que ser progresivos. Y la rectificación para que lo sean no se puede negociar si se quiere cumplir con la Carta Magna, que tanto dice defender.

Rivera decía poner un cordón sanitario a Pedro Sánchez, pero no al PSOE, y acaba poniendo un cordón sanitario al PSOE, pero no a Pedro Sánchez

En la misma línea, aplicar el 155, si las circunstancias lo exigieran, tampoco es algo negociable. El problema es que ese artículo es la obsesión de Rivera, y quiere aplicarlo sin importar si es legal hacerlo o no en el actual escenario.

A nadie escapa que lo que ha pasado es que las encuestas hunden a Ciudadanos. Por eso, y solo por eso, Albert Rivera quiere evitar la repetición de elecciones. De la misma manera que Pablo Casado reza cada noche para que esa repetición se produzca. La sangría de votos que sufrió el Partido Popular en favor de Ciudadanos y Vox parece estar revirtiendo.

Menuda papeleta la de Rivera. Abstenerse para que no haya nuevas elecciones, pero a la vez convencer a quien no quiere ser convencido -Pablo Casado- para que haga lo mismo y no quedarse solo. Después de rechazar reunirse con el presidente en funciones, en más de una ocasión y mostrando una conducta poco democrática, resulta que ahora pide una “reunión urgente”.

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Y aunque no todo es un camino de rosas para Casado, porque sigue sin apagarse el fuego del conflicto entre Cayetana Álvarez de Toledo y el PP vasco, algo que indudablemente resta votos, todo indica que el bipartidismo retomaría el protagonismo perdido. Aunque los partidos emergentes Unidas Podemos, Ciudadanos y Vox hayan llegado para quedarse y no se vayan a convertir en partidos residuales, parece ser que su influencia será mucho menor que la deseada por ellos.

La repetición de elecciones, en principio, beneficiaría a Pedro Sánchez y a Pablo Casado. Pero no hay que olvidarse de que, entre estos dos, solo uno no tiene nada que perder.