Todo lo que se ignora se desprecia, decía Antonio Machado. Y quizás en este país seamos muy expertos en esa materia, tanto como que un porcentaje muy alto de españoles desconoce la historia inmediata que nos antecede, o la conoce muy mal. En España no aparece apenas en los currículums educativos la historia de España del siglo XX, y se enseña muy fragmentada o muy distorsionada, o de manera muy parcial.

Enrique Javier Díez, profesor de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de León y coordinador del estudio “La memoria democrática en la escuela” afirma que se sigue enseñando “la historia de los vencedores”, y eso es una verdadera vergüenza. La investigación que lidera el profesor Díez Gutiérrez, que se empezó en 2012, pretende analizar el modo en que reflejan los libros de texto la historia de España, a través de diversas herramientas, incluídas cientos de entrevistas a profesores y alumnos.

Concluye esta investigación que la parte de la historia relativa a  la República “contiene grandes silencios y ocultamientos deliberados”, lo cual es evidente. Y teniendo en cuenta que es la Iglesia católica la dueña de buena parte de las editoriales de libros de texto escolares y que, por tanto, participa de manera importante en la creación de los contenidos de los libros, es decir, de lo que aprenden y, sobre todo, no aprenden los niños y jóvenes españoles, la cuestión pasa a ser absolutamente clara y elocuente, además de enormemente indecente.

Sin duda alguna, parafraseando al profesor que llevó a cabo esta investigación, la Memoria Histórica sigue siendo una asignatura pendiente en la Eduación española, no por ningún revanchismo, sino simplemente para que los niños de este país aprendan la historia reciente de su país de manera mínimamente digna. Porque cuarenta años de supuesta democracia no han sido capaces de acabar con ese control de la información y de la educación que sólo es propio de dictaduras.

Aunque, pese a todo, una parte importante de la población busca la verdad y se informa sobre lo que ha pasado y sigue pasando en este país, sin adoctrinamientos ni presiones ideológicas. Yo misma puedo dar fe de ello. Si tuviera que contar la historia de España que aprendí en la escuela primaria y secundaria sólo podría decir cuatro absurdeces. Sólo he aprendido historia cuando, ya lejos del entorno académico, me he dedicado a leer historia de verdad, escrita por historiadores honestos que no escriben ni dicen una palabra sin que sea fruto de una investigación científica, honesta e imparcial. En ese sentido, los historiadores y catedráticos de Historia Contemporánea Julián Casanova y Ricard Vinyes son mis referentes.

Y quizás lo sean también de algunos estudiantes universitarios que están participando en la consulta Monarquía o República, un referéndum popular simbólico, no vinculante, organizado por diversos colectivos vecinales y veintiocho universidades de todo el país, siendo la Universidad Autónoma la primera en haberle celebrado, y ello fue el pasado jueves 29 de noviembre. Y el domingo pasado se llevó a cabo también la jornada electoral en la Comunidad de Madrid. Hubo 82 mesas de votación repartidas en 50 barrios de la capital y en seis minicipios de la Comunidad. Más de 600 voluntarios repartieron información y animaron a la participación. La jornada electoral trancurrió sin ninguna incidencia y el resultado ha sido muy elocuente.

El 93 por cien de los votos que se emitieron fueron a favor de la República. Sólo un 7 por cien de los votantes, que fueron alrededor de 21.000, votaron a favor de la monarquía. En la Universidad Autónoma  fue un 83% del alumnado el que se mostró a favor de la República. Con estos resultados no hay mucho más que añadir. En la rueda de prensa que concedió la Plataforma, su portavoz, Cristina Ridruejo, calificó la jornada electoral simbólica como “muy positiva”, porque no hay detrás de la consulta ningún partido político y ninguna organización, y porque, aunque sea solamente simbólica, se habla de ello y se cuestiona, al menos, que no se pregunte a los ciudadanos cómo quieren su país.

Y es muy positiva porque nos hacemos conscientes de lo que realmente quieren los españoles, y eso no hay que despreciarlo por ignorarlo. Que tomen buena nota los señores políticos. Aunque quizás sea, como decía Ortega y Gasset, que a la República sólo le salva pensar en grande y sacudirse de lo pequeño, y en España, como sabemos, hay mucha “pequeñez”; y quizás sea, como decía Eduardo Galeano, que la utopía sigue estando en el horizonte y que sirve, aunque se corra diez pasos cuando se avanzan tres, para caminar.