Siempre se ha dicho que los únicos periodos de sosiego  en el debate parlamentario se dan  cuando la derecha llega al poder. Entonces, y sólo entonces, se acaba la crispación y renace en el hemiciclo el “sentido de Estado”. ¡Qué suerte tienen Rajoy y los suyos de que, una vez más, se vuelva a cumplir esta máxima!  Ayer la oposición, incluidos los pérfidos nacionalistas, volvieron a demostrar que,  ante una crisis de tal gravedad como la que se sigue viviendo (pese a  que la llegada de Rajoy a la Moncloa  iba a resolver el paro en un plis, plas), se apoyan las medidas impuestas por la UE.

Ahora el PP ha descubierto que esta es una crisis de magnitud internacional. Que formamos parte de la UE. Que es toda la Unión Europea la que está sumida en una tormenta financiera y económica, y que la señora Merkel (esa que hace unos meses tenía sojuzgado a Zapatero) es la que manda.  A punto estuvieron en la primavera de 2010 de dejar que este país se fuera al garete al grito de “estamos tutelados”, porque convenía a sus intereses electorales. Ahora, por el contrario, se encuentran con una oposición responsable.

Habrá quien piense que no se lo merecen;  que Rubalcaba debería rechazar la mano tendida y hacer una oposición a “su medida”. Puede que, tras el reflexivo encuentro  protagonizado por el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, algunos militantes socialistas se hayan quedado con la sensación de que  hace falta una actitud más dura frente a la contrarreforma sin complejos  emprendida por los supuestos “progres” del PP. Y es cierto que en los temas sociales,  como la educación, la interrupción del embarazo, la píldora del día después y otros,  debería  plantarse  cara. No se puede admitir  en silencio, o enfrascados  en problemas internos, que se retroceda veinte años en las libertades conquistadas y refrendadas por un Parlamento tan democrático como el que ahora se las quiere cargar.

También hay que plantar cara a la reforma laboral. Esa que, al socaire de las cifras del paro, intenta hacer la mayor desregulación de los derechos laborales en la historia de la democracia. La que, lejos de igualar a fijos y temporales, convierte en precarios a todos los que aún conservan su puesto de trabajo. La que va a provocar en los próximos meses más despidos que contrataciones.

Sin embargo la reforma financiera  esa que,  por sentido de Estado, ha apoyado la  oposición, servirá para que los bancos hagan por fin los deberes y empiecen a prestar dinero, que es su función social. Y los que no puedan que cierren. Los recortes para todos.

Victoria Lafora es periodista y analista política