En su libro La química de las relaciones, Ferrán Ramón-Cortés afirma que "una persona necesita al menos cinco halagos para perdonar una crítica, ya que el cerebro es menos sensible al placer que al peligro." Algo parecido le ocurre a entidades y empresas para salir bien paradas del algoritmo que construye las medias de valoración de un establecimiento público. Como los mecanismos de la inteligencia artificial son secretos no podemos establecer con certeza cuántas buenas críticas se necesitan en Google Maps o en Tripadvisor para compensar una mala, pero hay ya hosteleros muy agraviados que han acudido incluso a los tribunales para litigar contra alguna de estas plataformas digitales por juicios adversos de clientes.

También se quejan las mujeres y los hombres que trabajan en contacto directo con el público de los sistemas digitales que cada día más empresas ponen a disposición de su clientela para valorar el comportamientos de sus empleados o de sus servicios. En algunos aeropuertos hay ya pantallas táctiles a la salida de los baños para valorar la limpieza de los mismos.

En una carta al director publicada en varios diarios españoles el domingo, 11 de septiembre de 2022, la vizcaina Mónica Bilbao Alustiza plantea la conveniencia de tener hojas de felicitaciones al igual que las hojas de reclamaciones. En su argumentación señala que “hemos construido una sociedad más acostumbrada al reproche público que al halago”, y yo añado que con notables consecuencias para la salud mental individual y colectiva.

En una sociedad como la actual donde el número de ofendidas y ofendidos se multiplica de manera exponencial, no está de más recordar el viejo refrán: es de bien nacidos ser agradecidos. Y manifestar con mucha más frecuencia la satisfacción por el trabajo bien hecho, un buen servicio o una atención esmerada. Contribuiremos así a reducir la crispación y aumentar la empatía comunitaria, a hacer un uso mucho más responsable de las redes sociales y a pinchar nuestra burbuja individualista y egoísta.

Estamos acostumbrados a puntuar la atención en bares, tiendas, restaurantes y hoteles, pero todavía no hay canales para valorar la atención en los servicios públicos: centros de salud, colegios, ayuntamientos y oficinas de la administración en sus distintos niveles. Aunque lo negativo se difunde a más velocidad que lo positivo, no debemos olvidar que la inmensa mayoría de la población es honesta y buena gente.