Todo está interrelacionado. La realidad no es una, sino multifactorial. No se puede entender la realidad desde una única perspectiva. Por eso me parece un grave error separar, en la enseñanza reglada, las áreas del conocimiento en compartimentos estancos, es decir, en disciplinas diversas y aisladas que, por sí solas, sin tener en cuenta el resto, son incapaces de explicar la realidad; y, por tanto, nos alejan claramente del conocimiento.

Así, me parece imposible, por ejemplo, entender la política, el arte o la historia sin tener un mínimo de conocimientos de Psicología, puesto que todo lo que hace el ser humano tiene relación profunda con lo que hay en sus emociones y en su mente. Cualquier dictador o cualquier mente totalitaria, por ejemplo, son personas que carecen absolutamente de empatía, de compasión, de sentimiento de culpa o de remordimientos; es decir, es alguien que adolece, con toda seguridad, de alguna condición mental perturbada (sociopatía, narcisismo extremo o psicopatía, para ser más exactos). No lo digo yo, lo afirman numerosos estudios y, además, es bastante obvio.

En la complejidad de la mente humana, existen numerosos mecanismos que, por lo general, se generan como una palanca de ayuda y de refuerzo del ego ante cualquier amenaza en potencia, real o imaginada. Uno de esos mecanismos es lo que se llama en Psicología disonancia cognitiva, que es una especie de conflicto mental o emocional que se produce cuando una persona tiene ideas o creencias que son incompatibles entre sí. Fue el psicólogo social Leon Festinger (Theory of Cognitive Dissonance, 1957) quien empezó a estudiar este fenómeno, a mediados del siglo XX, cuando percibió que era relativamente frecuente.

Y lo definió como el malestar, la tensión o la ansiedad que experimentan los individuos cuando sus creencias, sus ideas, sus acciones o actitudes entran en conflicto. Festinger realizó un estudio sobre la relación entre la disonancia cognitiva y la mentira; y demostró que la mente de quienes tienen ideas o creencias en disonancia (ideas o creencias cuya falsedad muchas veces conocen), se autoengañan y suelen resolver ese conflicto interior “aceptando la mentira como una verdad”.

Realmente interesante esta conclusión que nos ayuda a entender algunas actitudes que son frecuentes en muchas personas. Todos conocemos a personas que se creen sus propias mentiras, es decir, transforman algunas ideas para que dejen de ser disonantes o incompatibles con otras ideas a las que no quieren renunciar. Ocurre también cuando alguien dice eso (que yo he oído muchas veces) de “mejor no enterarse de la verdad para no sufrir”, aunque en realidad no buscan “no sufrir”, sino evitar conocimientos incompatibles con sus creencias, por muy falsas que sepan que sean.

Si buscamos ejemplos en la política de “disonancias cognitivas”, o mentiras que algunos mantienen como verdades, y, lo que es peor, se convencen de que son verdades, encontramos cientos de ellas sin mucho esfuerzo. Una mentira paradigmática, que pasará probablemente a la historia como el mayor genocidio del siglo XX, es la que lanzaron al mundo los llamados “Tres de las Azores” (Bush, Aznar y Blair) para justificar la invasión y la destrucción de Irak.

En agosto de 1996, dos meses después de llegar al poder, Jose María Aznar  indultó a 16 terroristas de Terra Lliure; igualmente, salieron con penas reducidas 56 etarras. El 4 de noviembre de 1998, Aznar  anunciaba el inicio del diálogo con ETA, transmitiendo en su discurso un tono conciliador, y empleando palabras como “esperanza, generosidad y perdón” al referirse a su contacto con la banda terrorista.

Sin embargo, la derecha no ha dejado durante décadas de criminalizar continuamente a todo gobierno progresista al atribuirles justamente lo que hacen ellos sin ningún tipo de miramiento. Han sido continuos, en los gobiernos del Partido Popular, sus pactos con independentistas a lo largo de toda la historia de la democracia. Por recordar uno de esos pactos, por absolutamente llamativo, traigamos a la memoria el famoso Pacto Majestic (1996), por el que Aznar, que había conseguido 156 escaños, logró superar la mayoría (176) gracias a los apoyos de los independentistas CDC, PNV y  Coalicion Canaria.

Eran otros tiempos, pero las reivindicaciones de los independentistas eran exactamente las mismas que ahora. Pero claro, ahora los acuerdos o pactos políticos los necesita Sánchez, y, por supuesto, eso es intolerable e imperdonable. Cuando ellos pactan, se trata de “alianzas políticas”, cuando pactan sus contrarios, empiezan los rayos y truenos,  y a llover sapos y culebras; y resulta que Sánchez (como decían de Zapatero) vende España, y pacta con demonios, y tiene un gobierno comunista, y es bolivariano, y lleva a España a la ruina (aunque hace no mucho a España la han arruinado ya ellos).

El expresidente Aznar acaba de hablar, refiriéndose a Sánchez y a la negociación abierta de PSOE con Junts y ERC sobre la posibilidad de una amnistía a los encausados por el procés catalán, de una “destrucción programada de la nación”, entre otras varias lindezas del mismo tipo. Sin embargo, Aznar, junto a Bush y Blair, consiguieron destruir literalmente a un país, Irak, con el argumento de una gran mentira, ésta sí bien planificada. Medio millón de muertos, y casi un millón de desplazados. La disonancia cognitiva, además de otras diversas consideraciones, es rotunda, descarada, cínica y muy evidente.