La corrupción del PP y los bandazos de Pablo Casado, sumados a la irrupción de Ciudadanos y Vox, llevaron a los populares a los peores resultados de su historia, maquillados por los acuerdos que le permitieron sumar poder. Lo que hubiera sido una dimisión segura de su líder, se convirtió en una continuidad, gracias a la complicidad de los otros dos contendientes en el ámbito de la derecha.

Aunque para la galería lo venda como un triunfo, Pablo Casado sabe que los resultados de abril, en las elecciones generales, y de mayo, en las autonómicas, municipales y europeas, fueron un estrepitoso fracaso personal. Ante la oportunidad caída del cielo, o más bien caída de la torpeza de la izquierda para acordar la formación de un Gobierno progresista, el líder popular rectifica. Cambia de estrategia con el viento a favor, que llega desde la debilidad de Ciudadanos y el previsible pinchazo de la burbuja de Vox.

Todo parece indicar que muchos de quienes votaron a los partidos emergentes volverán a la nave nodriza y, para acentuar esta repatriación de los hijos pródigos, los barones del PP exigen cambios. La apuesta de Casado por España Suma, alentada por sus más fieles lugartenientes, como Cayetana Álvarez de Toledo, que hasta ha ofrecido a Inés Arrimadas ser cabeza de lista por Barcelona, parece ser solo un aviso a navegantes: el liderazgo de la oposición lo ejerce el Partido Popular por derecho propio.

El puntapié inicial de la campaña es “ni toreros, ni tertulianos, en las listas”. Un punto de inflexión que recuerda a Manuel Fraga y su “ni tutelas, ni tu tía”; es decir José María Aznar tendría las manos libres. En aquella nueva refundación del PP, en 1990, el líder popular rompió la carta de renuncia de José María Aznar, utilizando la famosa frase. El problema del PP es que Casado no es Fraga. Ya lo dijo el expresidente de Uruguay, José Mujica, comparando a la derecha actual con la del pasado: “Churchill era muy de derechas, pero qué nivel político”. La comparación con las diferencias entre Casado y Fraga es pertinente.

La suerte de Pablo Casado es la debacle anunciada de sus socios, que optaron por mimetizarse con el PP. La disciplina de la derecha, que no se escapa ni un milímetro del guion que exige ir en bloque, favorecerá al conjunto, aunque perjudicará a los nuevos partidos. ¿Para qué votar a Ciudadanos o Vox, si es lo mismo que votar al PP? La gente suele optar por el original y no por la fotocopia.

El crecimiento de los populares en las próximas elecciones generales está garantizado. No así el crecimiento de la derecha en su conjunto. Si las izquierdas saben identificar al verdadero adversario, y dejan las luchas intestinas aparcadas, hay grandes posibilidades de que el trifachito no llegue a Moncloa y de que Pedro Sánchez, finalmente, sea el nuevo presidente del Gobierno.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com