Ha sobrevolado Otegi el aeropuerto durante años. Se los ha pasado amagando con el aterrizaje, y abortándolo en el último minuto. Subía y bajaba, mientras la sociedad miraba, con más o menos indiferencia según la época, sus evoluciones en el cielo de la política vasca. Tanto ha manoseado Arnaldo los mandos de la nave, que en los últimos tiempos dejaron de responderle. En realidad nunca controló el aparato, pero seguro que a él se lo parecía. Llegó la niebla de la conocida como ley de partidos, los procesos judiciales... y como si de un triángulo de las Bermudas se tratase, el avión de Otegi se perdió para siempre con la brújula dando vueltas sobre su eje a velocidad de vértigo. Sin rumbo, para entendernos, ni destino.

Ahora el aspirante a estadista de la independencia ha vuelto. Apareció su pequeño avión - los más mayores lo recordaban enorme - más allá del Pagasarri, enfilando el aeropuerto de Loiu con toda la intención de aterrizar. Como un fantasma, o un mal sueño, los controladores recordaban las viejas historias de los amagos de Otegi, no dando crédito a lo que veían. El líder quería volver. Casi sin combustible, al límite de sus fuerzas, el elegido aterriza.

Bienvenido a la realidad Arnaldo. Han sido muchos años fuera, y todavía quedan muchos de tus compañeros allí. Ahora te das cuenta de que las bombas son malas, aunque los motivos no sean los que esperábamos escucharte. La dinamita no es conveniente porque en estos momentos se cargaría eso que llamas el proceso de liberación. Hum... ¿Seguro que has tomado tierra? Ahora no quieres a nadie apretando botones a distancia para llevarse por delante las vidas de inocentes en nombre de tu causa. Te ha costado, como a muchos de tus amigos, pero tras estas elecciones habéis llegado a la conclusión de que los votos cunden bastante más que el hierro nueve milímetros. Siempre con la mirada puesta en tu objetivo. Mirando hacia el infinito del futuro independiente de Euskadi, caminando con los ojos en el horizonte, porque si miras hacia abajo verás las tumbas sobre las que habéis construido vuestra pesadilla.

Me importa un pimiento, de Gernika mesedez, la conclusión a la que has llegado para sacar el tren de aterrizaje y bajar al suelo. Lo importante es que aquí nadie más vuelva a sacar una pistola para atajar en el logro de cualquier estado onírico. No vamos a pedirle peras al roble de la Casa de Juntas, igual que tú jamás pedirás perdón a las víctimas de esta sinrazón prolongada durante décadas. El hecho de que digas en público que la violencia sería un golpe terrible a vuestro proceso político ya es algo. Muy poco, sí. Muy tarde, también. Puede que antes apretase el corsé para llevarle la contraria a ETA. No sientas vergüenza Arnaldo. Todos hemos tenido miedo. Ahora, tanto tiempo después, llamas por radio tratando de encontrar respuesta. Es una pena. Ya nadie te escucha. Otros han ocupado tu lugar como los nuevos salvapatrias, acumulando más poder político del que nunca soñaste. Qué faena, Arnaldo.

Ion Antolín Llorente es periodista y blogger. En Twitter @ionantolin