Los que me leen desde hace tiempo saben que estas fechas, las Navidades, no son mis favoritas. No porque tenga ganas de llevar la contraria o, en vez del “espíritu navideño” me invada el del Señor Scrooge, o el del duende anti-felicidad del Grinch.

Es que para los que ya vamos cumpliendo unos años, aunque no es solo cuestión de edad, estas fechas subrayan demasiado todas aquellas personas, cada vez más y más importantes, que nos faltan. El año que también agoniza se ha llevado por delante, entre otras cosas como la economía por el capricho megalómano y genocida de Putin, personajes históricos, fundamentales para entender nuestra historia contemporánea como el también ruso, pero de otro jaez, Mijaíl Gorbachov o la reina Inglesa Isabel II.

Ambos marcaron su impronta, con aciertos y errores a sus respectivos países y nuestro tiempo. También figuras de la pequeña y gran pantalla, cada vez, más reducida y a mano en las plataformas audiovisuales, para bien y para mal, como Jean-Luc Godard, Sidney Poitier, Mónica Vitti, William Hurt, Ray Liotta, Jean-Louis Trintignant, Olivia Newton-John o Angela Lansbury, ente otros.

Músicos, cantantes y compositores como Jerry Lee Lewis, Pablo Milanés, Elza Soares, Vangelis o Teresa Berganza. En el ámbito de la ciencia, el premio Nobel de medicina Luc Montagnier, descubridor del virus del SIDA.  En el mundo de la ilustración y el tebeo, Jean-Jacques Sempe, y mi queridísimo y admirado Carlos Pacheco, el primer gran dibujante español fichado por las grandes multinacionales norteamericanas del comic, que creó escuela y abrió paso a tantos artistas del país después. Como conté en un artículo anterior, y que habría deseado no escribir, pocos saben que, además, era un apóstol enamorado de su cultura andaluza. Convenció a algunos de los mejores dibujantes españoles de comics, que le debían la mayoría la entrada en las grandes compañías, para hacer una serie de tebeos para la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, sobre personajes del mundo del flamenco y la copla.

La Agencia andaluza para el desarrollo del Flamenco le hizo el envite, y él sacó adelante esa colección, reservándose para sí, y para sus lápices, hacer un comic sobre Bambino. Talentosísimo, generoso, nunca pidió nada para él pero sí para otros compañeros, y se va sin el Premio nacional de Comic, lo que desluce al premio nacional, no a él. Divertido, cultísimo sin petulancias, transgresor y comprometido. Nos dejó con ganas de más. Con ganas de más él, como artista y persona, compartiendo charlas apasionantes y proyectos con los amigos, y su queridísima, mi querida Desiree Bressend, fiel y dedicada compañera y colaboradora de sus últimos años. Sé que es un lugar común, que no sirve de nada, y que no es políticamente correcto, pero Carlos no lo era: con tanto HP sin más talento que para hacer daño, para destruir fronteras, países, familias, amigos… qué cabronada que siempre se nos vaya tan pronto la gente buena y talentosa. Si existe el más allá, estarás, como si te viera, tomando unas copas con tu amigo Stan Lee, al que convenciste para que te fuera a ver a Madrid y al que hiciste de guía por nuestras calles.

También en el mundo de las letras se han cursado bajas importantes. Empezando por Javier Marías, probablemente el más internacional de nuestros escritores y perpetuo aspirante al Nobel, que lo habría llegado a ser si la muerte no lo hubiese impedido. Peter Brooks, el dramaturgo británico que revolucionó del teatro inglés contemporáneo, y también la manera de entender la escena teatral en el mundo. También los insólitos Boris Pahor, escritor italiano de ascendencia eslovena, que combatió el fascismo y sobrevivió a los campos de concentración nazis, o Avraham Yehoshua, incómodo autor israelí, crítico con las ortodoxias religiosas judías, y contrario a la política de ocupación de los territorios palestinos.

Para mí, una de las pérdidas más irreparables, no solo en lo literario, sino en lo personal, es la de la escritora brasilero-española Nélida Piñón. Digo esto porque, como cuenta en una de sus novelas más importantes, La república de los sueños, ella era hija de emigrantes gallegos en Brasil, razón por la que contaba con la doble nacionalidad. Premio Príncipe de Asturias, primera mujer en dirigir la Academia de las Letras Brasileña, relacionada con el “Boom Latinoamericano” era, sin duda, la escritora brasileña más reconocida fuera de su país.

Como manifestó en más de una ocasión, su verdadera patria era la escritura y, sobre todo, las dos lenguas en las que se expresaba casi con la misma brillantez: el portugués, que recoge sonidos de su infancia, y el español, que aprendió en Cotobade (Pontevedra), de donde eran sus padres y donde pasó largas temporadas que la marcarían para siempre, especialmente durante la infancia. "Gracias al gallego entré en los ríos interiores de la lengua portuguesa".

"Llevo en mi corazón la génesis del portugués que se enlaza con el gallego. Por eso, sin fantasías, defiendo el universo inmigrante. Como brasileña reciente, que aprovecha una visión profunda de su país sin abjurar de mi origen, tengo a mi servicio un recuerdo universal: ser hija de inmigrantes ha agudizado mi estética y mi humanismo". Pocos saben que, además. Vivió también una temporada en Cádiz, que se le manifestó, en aquellos años de infancia, como un espacio “mitológico”.

Me lo contó ella misma, cuando tuve la fortuna de conocerla. Acababan de darle el Premio Príncipe de Asturias de las Letras-aún no era Princesa de Asturias-, y coincidimos en un viaje a México, invitados los dos al festival de la palabra de DF. Trabamos una enorme amistad, gracias a ella conocí a Gabriel García Márquez, y mantuvimos relación durante casi veinte años. De pronto esa comunicación se interrumpió y, preocupado, comenté con nuestro común amigo nicaragüense Sergio Ramírez el asunto, que él solventó contándome los problemas de salud que atravesaba la maestra Piñón, y volviéndonos a poner en contacto.

Nélida había estado en tratamiento entre Portugal, y su país, Brasil. Restablecido el afectuoso contacto, toda la cuestión de su salud parecía superada, hasta el punto de que había aceptado participar, este próximo abril, en el Festival Internacional de Poesía de Granada, al que le hacía especial ilusión ir por ser la tierra de Federico García Lorca. La muerte nos dobló la mano y la felicidad del reencuentro. “La vida no es buena, ni noble, ni sagrada”, que escribió el poeta granadino, y no entiende de afectos, ni de talentos irremplazables. Ya sé que, biológicamente hablando, la muerte es un proceso natural, pero, lo siento mucho, no hay nada más antinatural que la desaparición definitiva de seres admirados, queridos, nuestros…Entenderán, pues, que no me gusten estas fechas, y que aproveche para recordarlos, la única y tópica manera posible de mantenerlos vivos y con nosotros.