Todo ello explica el creciente nerviosismo que se advierte entre los dirigentes de CiU, evidente en el caso de su candidato Josep Antoni Duran Lleida. Y es que la federación nacionalista presidida por Artur Mas puede encontrarse, tras las elecciones del próximo domingo, con uno de los escenarios políticos menos deseables para sus intereses: con un PP con una mayoría absoluta tan amplia que pueda prescindir de cualquier apoyo parlamentario y al mismo tiempo muy reforzado en Cataluña, ya que CiU gobierna actualmente la Generalitat, al igual que el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona, por ejemplo, sólo gracias al apoyo del PP, puesto que en estas y en otras instituciones está muy lejos de disponer de la mayoría absoluta.
Los nervios de CiU son lógicos. En especial porque desde las pasadas elecciones autonómicas optó decididamente por hacer del PP su único socio político, y ahora advierte que puede acabar siendo preso del abrazo del oso. De ahí vienen algunas llamadas de algunos dirigentes nacionalistas a la responsabilidad política de la oposición progresista, aunque va a resultar muy difícil que las izquierdas catalanistas, con el PSC a su cabeza, lleguen a acuerdos políticos con CiU mientras desde esta federación nacionalista se sigan aplicando drásticas políticas de recortes en los servicios públicos básicos.
Jordi García-Soler es periodista y analista político