Los consejeros socialistas en BFA, Jorge Gómez y José María de la Riva, el consejero socialista en Bankia, Virgilio Zapatero, y la consejera en CajaMadrid, Enedina Álvarez, no sólo tienen la capacidad técnica para estar donde estuvieron, en sus respectivos consejos de administración, sino que además cumplieron fielmente con su deber.

Cierto es que desde que en 1996 dejó de presidir CajaMadrid el catedrático Jaime Terceiro, y, sobre todo, desde que los consejeros socialistas abandonaron el Consejo Ejecutivo y por lo tanto toda responsabilidad en la gestión, la entidad ha estado en situaciones cuando menos erradas. Desde las peleas internas y desestabilizadoras del consejo entre Ruíz-Gallardón y Esperanza Aguirre, pasando por operaciones inopinadas -siendo presidente Blesa-, tales como la compra de un banco en Miami, la operación inmobiliaria mejicana de Su Casita, otras operaciones en Rumanía, la exposición inmobiliaria o los errores contables y financieros de Rato (Deloitte).

Las cajas son instituciones financieras regionales cuya representación en el consejo corresponde a los ciudadanos de su región. Por eso están los partidos políticos y las
organizaciones representativas en los Consejos de Administración. ¿Quién si no? Los hombres y mujeres responsables de la gestión pura y dura, empero, suelen ser los mismos que los de los bancos. Los partidos no gestionaban directamente las entidades y sólo en algunos casos erraban dejando en manos de ineficaces la labor técnica. En CajaMadrid, precisamente, ajeno el PSOE, el Partido Popular influyó sobremanera en los políticos con capacidad ejecutiva (Rato, Acebes).

¿Qué hicieron los cuatro representantes socialistas no teniendo sin embargo responsabilidades ejecutivas? Pues, muy al contrario de lo que se piensa por parte del populismo, impulsaron con su voto, por ejemplo, una disminución del crédito promotor y propusieron la eliminación de los bonus de los directivos (ILPs).
Al mismo tiempo fueron los socialistas y no otros los que demandaron más transparencia, sintiéndose en parte engañados por la dirección técnica y política de las instituciones mencionadas.

Conozco sobradamente a los cuatro y, ciertamente, pongo la mano en el fuego, no sólo por su honradez, sino también, créanme, por su capacidad técnica y valía profesional. El partido fue muy cuidadoso a la hora de poner en CajaMadrid a personas preparadas para estar donde estaban y, éste que escribe, no temiendo que la demagogia quiera ponerme a escurrir, tiene la obligación de dar la cara por ellos como el partido en su conjunto debiera hacer. Lo mismo puedo decir de los representantes sindicales a quienes también conozco, y, si me lo permiten, de otros consejeros que nada tuvieron que ver con la gestión de CajaMadrid, BFA o Bankia que ejerció de forma absoluta el Partido Popular.

La organización socialista, el PSOE, tiene que dar la cara por sus representantes en las cajas, en este caso en CajaMadrid, no sólo por una cuestión de lealtad, sino, sobre todo, porque la verdad de su capacidad y la evidencia de su inocencia, resulta tan nítida que convierte en excéntrica la demagogia. Es evidente que las cajas y los bancos no se gestionaron bien. Pero, atención, señalemos correctamente a los culpables. No generalicemos y, sobre todo, demos la cara cuando hay que darla por los compañeros y compañera de cuya valía yo no tengo ninguna duda. Combatir la demagogia cuando se está en el bando de la verdad es cuestión sólo de voluntad. Y poner las cosas en su sitio... también.

Antonio Miguel Carmona es miembro del Comité Federal del PSOE y profesor de Economía.