El secreto de las fuentes ha mutilado su función en las  sociedades interconectadas por los capilares del instante. La noticia ha perdido su valor ante las réplicas de millones de copias indexadas en las jaulas de Brin. Los barrotes de google, los muros de Zuckerberg y, los carácteres de Dorsey; han desencantado el misticismo que se hallaba en las figuras de la tabla. Los profesionales de la información – profesores y periodistas – han perdido su razón en los tiempos de Internet. Ante esta tesitura, el filósofo del ayer, navega a contracorriente hacia puertos imaginarios, situados en las nieblas de su mente.

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