La semana pasada, Letizia Ortiz cumplía 50 años. Los medios de comunicación aprovecharon para hacer valoración de su reinado, con sus luces y sus sombras. Ortiz, como el año pasado nos desveló que se le llamaba en la Universidad de Ciencias de la Información, es una reina atípica para España. La sangre azul no corre por sus venas, los grandes salones jamás fueron su cuna. Es la primera monarca en nuestro país que nada tiene nada que ver con la nobleza. Se crió en Oviedo, en el seno de una familia de clase media, sin grandes carencias, pero sin alardes. A los 15 años marchó a Madrid con su familia y posteriormente soñó con ser periodista. Ese sueño se hizo realidad y se convirtió en una joven y talentosa comunicadora que acabó abriéndose camino como presentadora de televisión.

Letizia llegó a la monarquía de rebote y ya vivida, estudió en una Universidad pública, trabajó, conoció a otros hombres, salió, entró, se divorció. Fue y es una mujer de su época. Es por ello que, al principio de su relación con Felipe, hubo muchas reticencias por parte de los círculos de monárquicos más tradicionales que se echaron las manos a la cabeza al ver que el Príncipe de Asturias había decidido casarse con alguien que no tenía nada que ver con la realeza. Desde aquel momento, Letizia se ha convertido en el contacto más estrecho que tiene Felipe con la realidad, ella sabe lo que es la vida y la calle más allá del Palacio y el protocolo.

La reina Letizia tiene un perfil propio: es una mujer del siglo XXI

Letizia, desde que entró en la Familia Real ha demostrado que tiene un perfil propio, ella no es Sofía, ella es una mujer del Siglo XXI, independiente, empoderada, con voz y opinión propia. No es una mujer anacrónica que se haya dedicado a criar a sus hijos, a vestirse mona y a sonreír a cámara del brazo de su marido cuando tocase. Ella es la mayor chapa y pintura que se le ha dado a nuestra monarquía, muchos expertos dicen que es la gran confidente de Felipe, una de las voces más autorizadas para el Rey, que le guía y le aconseja.

Se ha hablado mucho de sus salidas de tono y sus polémicas, las más sonadas, probablemente, las de «Compi yogui» y el forcejeo con la aún Reina Sofía en la Catedral de Palma en 2018 cuando quiso hacerse una foto con sus nietas. Pero en sus 19 años como miembro de la monarquía española, la ahora reina ha demostrado ser una profesional. Desde que llegó, Letizia asumió la tarea de modernizar el papel que le había tocado, y fue labrando poco a poco una imagen de progresismo dentro de una institución que para una gran parte de españoles es cosa del pasado más rancio.

Ella y Felipe han conformado un tándem ecléctico en el que él le habla a una parte de la sociedad más arraigada a los valores conservadores, en los que la compostura, la seriedad y el decoro son las señas de identidad de la corona. Y ella, por el contrario, se ha dirigido a una parte de la sociedad más progresista y moderna. Y lo ha hecho apostando por sus trabajados estilismos, sus gestos y un lenguaje contemporáneo. La estrategia es clara, tratar de mantener a los que están e intentar, si no ensanchar, al menos granjearse la simpatía de esa parte republicana de la sociedad que puede verse identificada con una reina de hoy en día.

Ha sido presentadora de informativos, sabe cuándo y dónde están las cámaras

A nadie se le debería olvidar que la reina consorte es una experta de la comunicación, muchos dicen que una autentica empollona de la cosa, por eso deberíamos empezar a saber que pocas de las cosas que dice o hace son fortuitas. La opción de no santiguarse está estudiado, las caras que le pone al emérito ayer, también. Recuerden que ha sido presentadora de informativos, sabe cuándo y donde están las cámaras. Letizia tiene su propia agenda y ella decide las causas que quiere abanderar y defender. Ayer se fue antes de tiempo de Inglaterra rumbo a Nueva York para participar en la Asamblea General de la ONU. Hoy estará con expertos de UNICEF en salud mental y el sábado asistirá junto a Jill Biden a actos por el Día Mundial de la Investigación contra el cáncer. Así es, la reina colabora en causas como la salud mental, la investigación del cáncer y enfermedades raras y con organizaciones que luchan contra la violencia machista y la explotación sexual.

En definitiva, Letizia no es una reina florero. Puede que sea un quebradero de cabeza para una parte de los monárquicos más reaccionarios, pero es cierto que está dándole un aire rejuvenecedor a una institución que necesita avanzar si quiere sobrevivir. Nada es casual, ni el piercing de Leonor, ni sus looks, ni las causas que abandera. Todo forma parte de un plan, Felipe reina, Letizia moderniza. Gustará más o menos, pero nadie puede negar que es una monarca con futuro.