Yo he convivido con esa heterogénea ciudadanía indignada desde el mismo momento en que estalló el 15M y sólo he visto cosas positivas, al margen de algunos comportamientos irrelevantes en el caso, que básicamente se condensan en libertad, autenticidad y cabreo con la realidad que nos envuelve, y muy especialmente con el acento puesto en las quiebras del sistema.

En busca de un espacio
¿Qué quiere esta muchachada? ¿Qué persiguen estos españoles puestos en pie de una forma tan llamativa que ha reclamado la atención del mundo entero?

Pues miren, protestan por el paro, se han levantado contra la corrupción de la clase política, ponen en el acento en que aquí mandan los de siempre, es decir, los ricos, no toleran más mentiras de dirigentes y medios de comunicación y exigen una “democracia real” que vaya más allá del voto cada cuatro años. Dicho por corto y por derecho: que no se les trate como súbditos sino como lo que son, ciudadanos, precisamente.

En definitiva, por las carencias más que visibles del sistema. Si no se entiende esto, se habrá perdido una gran ocasión. Aunque el 15M se disuelva, volverá indefectiblemente porque ha demostrado capacidad de concentración cuando el hartazgo del pueblo no es llenado por las instituciones.

De las listas abiertas a la responsabilidad política
Este despertar de la juventud de España con argumentos muy sólidos y objetivos para su protesta simbólica es lo que ha puesto de los nervios a determinados medios, curiosamente los mismos que llevan ocho años azuzando un levantamiento cívico contra el Gobierno de Zapatero. Ahora se quejan de que no haya ni una sola pancarta ni un solo grito contra el leonés.

Piden los congregados cosas obvias, que el sistema no da. Listas abiertas, castigo a los corruptos, poner coto a los desvaríos de los avaros, y que no les tomen el pelo. Y todo ello con “buen rollo”.

Entonces, ¿por qué tanto miedo? ¿Acaso los dirigentes políticos no se percataban de que el actual estado de cosas no podía continuar sin que estallara la “spanish revolution”? Tenía que ocurrir. Un día u otro.

Aquí, en la Puerta del Sol, en Sevilla, Barcelona o Valencia han sido superadas todas las instancias, incluso las decisiones de las Juntas Electorales, tan cicateras y tan alejadas de la realidad de la calle. Sindicatos incluidos.

Exigen cosas obvias. Y la protesta está cargada de razón y razones. Me da igual la ideología política de los ciudadanos levantadas en aire pacífico y sensato. Porque, además, pertenecen a todo el espectro político.

Tomen nota
Tengo para mí que si a partir de ahora la clase dirigente – la política, la económica, la financiera, la mediática-no fijan en su retina lo que está ocurriendo en las plazas españolas lo van a pasar muy mal. Porque el poder soberano del pueblo se revolverá contra ellos e insisto en que ha demostrado su capacidad de concentración ayudado con las nuevas tecnologías de la comunicación. No hay que olvidar que en pocos meses habrá una nueva consulta electoral. ¡Ojo!

Graciano Palomo es periodista y escritor, director de FUNDALIA y editor de IBERCAMPUS.ES