El pasado viernes, un día después del ya histórico Día Internacional de la mujer del 8 de marzo, se hizo pública una conversación telefónica entre Lluís Salvadó (Secretario de Hacienda de la Generalitat) y el alcalde de Sant Carles de la Ràpita, ambos dirigentes de ERC, que rebosaba  machismo y racismo a partes repulsivamente iguales. El rebuzno telefónico grabado por orden de un juez y divulgado interesadamente ese día por adivinen ustedes quien, tuvo un inmediato e importante eco informativo. 

La inmensa mayoría de los medios catalanes no nacionalistas y del otro lado del Ebro, pusieron el acento en la repugnancia del contenido, mientras que los medios más cercanos al independentismo lo hicieron sobre la presunta violación del derecho a la intimidad de los dos machistas y xenófobos interlocutores. Un ejemplo paradigmático fue la reacción del periodista Pere Mas, habitual tertuliano en el programa español y mucho español de Ana Rosa Quintana en Tele 5, y colaborador en el programa de radio de más audiencia y, probablemente,  pluralidad en Catalunya, El món a Rac1 de Jordi Basté. El director y conductor del programa dio a conocer la noticia, con un debate previo sobre si era oportuno o no difundir una conversación privada, y Pere Mas tras escuchar la conversación dijo: "No os parece muy extraño que uno de ellos suena por teléfono y el otro (Salvadó) es como si tuviera un micro puesto muy cerca".

A Mas, como a tantos otros, no le extrañaba ni que se aludiera al tamaño de las tetas de una mujer para escogerla como consellera de la Generalitat, ni al desprecio con el que se hablaba de rumanas y brasileñas, porque eso lo debe tener perfectamente asimilado. Evidentemente, la grabación y difusión interesada de conversaciones privadas, cada vez más frecuentes en nuestro país, debe ser objeto de repulsa y de denuncia, pero lo que llama la atención de este episodio es que la primera reacción de Mas y de muchos otros no fuera de rechazo sobre el contenido machista y racista, sino de defensa de los suyos

Los nacionalistas de uno y otro lado no dejan de reclamar la transversalidad como único camino para vencer al otro (triunfar siempre supone ganar a un contrincante). Las declaraciones de Salvadó son tan machistamente transversales como las de Rafael Hernando, Javier León de la Riva o Emiliano García Page. Quizá aquí hayan encontrado un punto de encuentro, una argumentación con la que todos ellos se sientan cómodos, y las demás podamos por fin meterlos en el mismo saco y enviarlos a todos juntitos a la mierda.