Los altos niveles de contaminación que se están alcanzando estos días en algunas de nuestras principales ciudades, con Madrid y Barcelona a la cabeza, son una seria y grave amenaza para la salud de quienes las habitamos. Porque respirar el aire contaminado mata. Y no lo dicen los ecologistas, sino las autoridades sanitarias.

Según el último informe sobre la calidad del aire en Europa elaborado por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) “la contaminación atmosférica es el mayor riesgo medioambiental individual para la salud de los ciudadanos europeos. Reduce la esperanza de vida de las personas y contribuye a la aparición de enfermedades cardiovasculares y pulmonares, infartos de miocardio y cáncer.” Concluyendo que la contaminación causa más de 430.000 muertes prematuras en la UE.

Para reducir los niveles de contaminación y hacer frente a la mayor amenaza para nuestra salud, una de las medidas más recomendables y eficaces es gestionar mejor el tránsito de vehículos a motor por las calles, pues está demostrado que los tubos de escape emiten más del 70% de los principales contaminantes urbanos, como el dióxido de nitrógeno (NO2), el monóxido de carbono (CO) o las dañinas micropartículas y nanopartículas (MP) de las que ya hablamos aquí la semana pasada. 

Además de regular la velocidad en los accesos a las ciudades hay que promover el uso responsable de la calefacción

Sin embargo, además de regular la velocidad en los accesos a las ciudades e impedir la circulación de los vehículos más contaminantes por el casco urbano, otra de las medidas que deberían promoverse en episodios de alta contaminación como los que estamos sufriendo estas semanas es el uso responsable de la calefacción. No se trata de apagar las calderas y pasar frío, en absoluto, sino de regular mejor los termostatos para ajustar nuestros consumos de energía a lo necesario, evitar el derroche y el aumento de las emisiones de CO2.

Hace dos años el Ministerio de Medio Ambiente de Italia instó a los gobiernos locales de todas las regiones a reducir el uso de la calefacción en los edificios públicos. La medida formaba parte de un paquete de propuestas para hacer frente a los altos niveles de contaminación que se alcanzan en ese país. La petición era muy concreta: girar los termostatos en sentido inverso para bajar la temperatura en dos grados. Según los cálculos realizados por el ministerio, esa simple acción podría contribuir a reducir hasta un 10% las emisiones contaminantes asociadas al uso de la calefacción.

Las emisiones de CO2 generadas por el uso de la calefacción y el agua caliente sanitaria (ACS) en una vivienda de 100 m2 habitada por cuatro personas suelen rondar las dos toneladas anuales. Si tenemos en cuenta que un coche emite una tonelada cada 5.000 km concluiremos que las calderas también merecen atención a la hora de enfrentar el problema de la contaminación urbana.

Por todo ello es necesario hacer un uso más eficiente de la calefacción. Un uso basado en el ahorro y la eficacia pues, como señalaban las autoridades italianas, girar el termostato a la izquierda apenas un par de dígitos puede contribuir de manera notable, no solo a sanear la economía familiar recortando el recibo del gas o de la luz, sino a evitar que el cambio climático evolucione hacia los peores escenarios descritos por los científicos.