Adoro la danza. No podría vivir sin mi dosis de bailes semanal, y estoy segura de que nunca habría llegado a ser quien soy sin haber bailado hasta que me dolieran los pies, como decía la canción, y sin ver horas y horas de cualquier tipo de danza.

Pero hay quien tiene que pagar un enorme precio por el simple hecho de bailar en la calle. Una danza en pareja, sosegada y dulce, sin arrimarse demasiado y sin enseñar un centímetro de piel ha costado la libertad a una pareja de jóvenes iraníes. Aunque más bien habría que decir que les ha costado la libertad de desplazarse o de permanecer donde quieran, porque ya no eran libres. No se puede ser libre en un régimen que corta de raíz cualquier soplo de aire, por pequeño que parezca.

Hace una semana conocíamos la noticia. Los blogueros Amir Mohammad Ahmadi y Astiaj Haguigui, de 22 y 21 años, eran condenados a 10 años y medio de prisión por “fomentar la corrupción, la reunión ilegal y por connivencia con intención de perturbar la seguridad nacional y difundir propaganda” Todo eso, por un baile que apenas dura un minuto. Nada más y nada menos.

Es, desde luego, muy grave lo que les ha pasado. A ellos y a todas las personas que están siendo asesinadas, encarceladas y silenciadas por el solo hecho de querer vivir en libertad, como aquel futbolista condenado a muerte por participar en protestas del que algo se habló -poco- durante el Mundial y del que nunca más se supo, como aquella joven Masha que perdió la vida tas ser detenida por no llevar bien puesto el velo, cuya muerte fue la llama que encendió el polvorín de las protestas. Es muy grave, pero parece que nos importa poco, más allá de la noticia del primer momento.

Hace una semana, y ya nadie habla de esto. La actualidad ejerce su dictadura y nuestra insensibilidad hace el resto. Nos escandalizamos un par de días y ahora a otra cosa, mariposa. Mientras ellos se pudren en una prisión en no quiero ni pensar qué condiciones, como muchos otros de los que ni siquiera sabemos. Mientras pagan un precio altísimo por el terrible delito de querer vivir.

Hay un dicho según el cual bailar es soñar con los pies. Y, lamentablemente, es lo único que les queda, soñar, porque les han robado hasta eso.

No podemos permanecer indiferentes a tanta barbarie. Quienes sí podemos bailar, deberíamos dejarnos los pies y el alma en defender los derechos de quienes lo han perdido todo.