Sin embargo la cuestión más relevante es la actitud del PNV en el debate de los presupuestos propiamente dichos y esa actitud depende de lo que el Estado esté dispuesto a pagar en términos políticos o/y  económicos. Los nacionalistas vascos están crecidos y el presidente en manifiesta desventaja. Hay que recordar a este respecto las declaraciones de José Erkoreka, el portavoz parlamentario del PNV, al dejar pasar el decreto ley sobre negociación colectiva:

“Nunca habíamos  conseguido tantas concesiones por parte del Gobierno simplemente con abstenerse de una votación. En mi trayectoria no he conocido un caso semejante", aseguró a los periodistas. En estos momentos se da la circunstancia de que toca renovar el cupo vasco que se renegocia cada cinco años, una cantidad con la que se pretende compensar los gastos del Estado en responsabilidades no transferidas como el Ejército y la Diplomacia.

Es un concierto fiscal que  arranca de 1876 cuando Cánovas del Castillo, tras finalizar las guerras carlistas, hizo esta concesión para compensar la eliminación de los fueros vascos y navarros. Cuando en 2007 se produjo la última negociación el portavoz del PNV dejó bien claro que «su apoyo a los presupuestos del Estado estará condicionado al desenlace que tengan las negociaciones de los ejecutivos central y de Euskadi sobre el cupo vasco”.

Todo el mundo sabe que vascos y navarros, las comunidades más ricas de España, pagan al Estado menos de lo que corresponde de acuerdo con la filosofía el mismo. Es un “impuesto revolucionario” legal pero injusto. Esperemos que las consideraciones nacionales primen sobre su obsesión por mantenerse en el poder a costa de un oxigeno demasiado caro. Se espera de su patriotismo que no haga como José María Aznar en la negociación de 2002 que agudizó la injusticia del cupo al establecer unas cifras irreales.

José García Abad es periodística y analista político