Y el tema es que Sarkozy, simplemente, se ha limitado a continuar con la consigna utilizada machaconamente por la derecha española en los últimos años: “Todo es culpa de Zapatero”. Pero Zapatero ya no está. Y, sin embargo, el paro ha aumentado en más de un millón de personas en sólo cuatro meses, y el colapso económico se incrementa a pasos forzados, y se está destrozando la educación pública, y se ha concedido amnistía fiscal a los defraudadores, y se está quebrando la sanidad, y despidiendo a médicos, y cerrando centros sanitarios, y congelando la Ley de Dependencia, y derogando ayudas y financiación a colectivos débiles y vulnerables, y encareciendo el suministro de luz y de carburantes, y se está traspasando dinero y servicios públicos a sectores privados, y está aumentando vergonzosamente el confesionalismo del Estado, y se está dejando a niños sin calefacción en colegios e institutos. Se está llevando al país, en definitiva, a una situación medievalista y feudal en que la riqueza se va acumulando paulatinamente en los sectores más ricos, mientras que la pobreza se va extendiendo en el resto de la población. Sin embargo, ya no está Zapatero, ¡qué casualidad!

¿A quién culpar, entonces, si el chivo expiatorio ha dejado de serlo?  Pues, al parecer, en las tribunas de la derecha se ha decidido, ignoro si por unanimidad, volver por sus propios pasos y cargar, de nuevo, el peso de las culpas propias sobre los hombros ajenos, pero con otro nombre, “la herencia socialista”. Por lo cual, no vendría mal echar un somero vistazo sobre esa “herencia socialista”, para vislumbrar hasta qué punto las mentiras pueden ser el disfraz perfecto de la desvergüenza, la inmoralidad y la cínica osadía.

En el gobierno socialista de Zapatero se retiró a las tropas españolas en Irak, rectificando la política de terror del gobierno Aznar, que convirtió a España en cómplice de uno de los mayores genocidios de las últimas décadas; promovió la Alianza de Civilizaciones, que intenta buscar la paz y el hermanamiento universal de todos los pueblos, y acabar con los enfrentamientos en el mundo motivados por la disparidad de ideas, culturas y religiones, es decir, promovió la tolerancia y el respeto democrático a nivel nacional e internacional. Legalizó la unión afectiva de todos los ciudadanos, alejando a la sociedad del pensamiento único que supone la aceptación de un único modelo en las relaciones personales. Creó una Ley de ayuda y atención para las personas, que son muchos miles, en situación de dependencia. Regularizó la situación de los inmigrantes desde un baremo más justo y humanitario. Creó unidades judiciales especiales contra la violencia de género, mostrando una especial atención a la mujer, tan denostada y despreciada por los sectores conservadores. En esa misma línea creó una ley de igualdad efectiva de hombres y mujeres. En su legislatura se consiguió el final de ETA, algo perseguido por todos los gobiernos de la historia democrática española.

Sin duda Zapatero tuvo errores, grandes errores quizás; habló de laicismo y no lo hizo efectivo, no se comunicó convenientemente con la ciudadanía para hacerla partícipe de las causas reales y las consecuencias de la difícil situación económica que atravesaba España, y se doblegó finalmente a las imposiciones económicas y políticas del neoliberalismo europeo. Pero Zapatero ha dejado una herencia de política social y de respeto al pluralismo y a los derechos humanos impensable para la derecha, que, de hecho, está empeñada en deshacer esos logros sociales que en ningún otro gobierno de la democracia se llevaron a cabo. Esa es la herencia socialista finalmente, un intento mayúsculo de desarrollo social y evolución ética y democrática que, a pesar de llevarse a cabo en la peor situación económica vivida en democracia, situaron a España en un lugar mucho más avanzado en cuanto a libertades sociales y derechos personales y colectivos.

Coral Bravo es Doctora en Filología