El otro día oía, de labios de un político, una expresión que hacía mucho tiempo que no había oído. Gente de bien. Era algo que, en mi infancia escuché a veces a las monjas del colegio, junto con otras expresiones igual de casposas, como “persona de bien” “persona de provecho” “gente como Dios manda” o, mi preferida “un hombre que se viste por los pies”, algo que en mi mente de niña era difícil de comprender en la machista totalidad de su significado.

Lo he buscado en San Google -qué sería de mí sin este santo del que no hablaban las monjas- y me define “gente de bien” como “conjunto de personas honradas y de buenas intenciones”. Ahí es nada. Y la pregunta que inmediatamente se me viene a la mente es cuál será el antónimo de semejante expresión. ¿Gente de mal? ¿Es que el político en cuestión dice abiertamente que quienes no piensan como él no es que estén equivocados -que es obvio que lo piense- sino que deshonradas y de malas intenciones, echando mano de la definición?

Conste que no pretendo hacer crítica política. Respeto todas las opiniones y, precisamente por eso, nunca afirmaría de quien piensa de modo distinto que no es una persona de bien, sea lo que sea eso.

Pero, por desgracia, afirmaciones de ese tipo no son en nuestra política excepción, sino regla. Al margen de que la frasecita en sí resulte trasnochada, no es sino una muestra más de la polarización que campa a sus anchas en todas las partes del espectro político. Atrás quedaron los tiempos en que en el Parlamento se podían escuchar estupendas muestras de oratoria, se compartiera o no el fondo del mensaje.

Yo no sé el resto de la gente, de bien o de mal, pero yo estoy más que harta de esta eterna canción del “conmigo o contra mí”. Estoy harta de insultos, de groserías, de faltas de educación que te mandarían al rincón de pensar en el patio de un colegio, de espectáculos inclasificables en los que todo vale por ganar un voto o por, lo que es casi peor, quitarle un voto al otro.

Había empezado este artículo diciendo que no iba a hacer crítica política. Y creo que lo he cumplido, aunque alguien pueda pensar lo contrario. No he hecho crítica política, porque en todas parten cuecen habas. Lo que sí he hecho y seguiré haciendo es crítica de la manera de hacer política. No hay más que ver las valoraciones de todos los líderes políticos para darse cuenta.

A quien corresponda.