¿Realmente era imprescindible que el ministro de Hacienda mostrara de forma publica su preocupación por el salario de los funcionarios (y el suyo propio) justo la víspera de tener que pedir dinero a los inversores?

Por si la imagen de insolvencia que se está trasmitiendo a los que nos tiene que financiar no fuera ya lo suficientemente explícita, el presidente del Gobierno Mariano Rajoy, asumió en el Congreso que “desgraciadamente no puedo decidir entre un bien y un mal, tengo que decidir entre un mal y un mal peor”.

Ese es el panorama que los responsables económicos del Gobierno están ofreciendo a los españoles. Hasta en su forma de relatar la impotencia que les invade solo tramiten la imagen de un Ejecutivo noqueado, desbordado por las circunstancias y al que la falta de resultados de su programa de recortes ha puesto en evidencia la ausencia de un plan solvente para reactivar la economía.

No saben que hacer, obedecen las ordenes de Berlín porque no les queda más remedio, ni tienen otra alternativa mejor. Ni siquiera han contado a la opinión pública que el dinero que sobre de rescatar a los bancos en crisis, se va a utilizar para comprar deuda a la vista de que no podemos seguir financiándonos al 7%. El coste del descrédito asciende ya a treinta mil millones de euros. Y, además, no se consigue controlar el déficit.

Rajoy sigue convencido, o lo aparenta, de que los recortes que están aniquilando todos los progresos en políticas fiscales de los últimos años, darán fruto a medio plazo. El drama es que los españoles y los socios europeos están convencidos de que se ha acabado el tiempo. Cada día suben las apuestas a favor de una inexorable intervención.

Irlanda y Portugal se financian a menor coste que España tras su vuelta a los mercados. Al 7,02% no hay país que aguante.

Pero inmersos en el mantra de su mayoría absoluta ni Rajoy ni sus ministros parecen ser conscientes de como la sociedad está quemando las últimas reservas de paciencia ante el engaño de sus propuestas electorales y la gestión de la crisis que están haciendo.

Puede que batan todos los récords del tiempo que tarda un Gobierno en perder el apoyo ciudadano. A Montoro alguien debía recordarle esa frase castiza que describe como cada vez que el protagonista habla "sube el pan".

Victoria Lafora es periodista y analista político