No hay mejor referéndum para Cataluña que el resultado extraído de las urnas. Las urnas han hablado, y han dicho, nada más y nada menos, que el “procés” ha llegado a su fin, que ha fracasado, que era una equivocación. Y han dicho que las políticas de acercamiento, de tender puentes, de buscar la convivencia, son más eficaces que las políticas del frentismo y la crispación. Por primera vez, desde la Transición, la visión del separatismo no tiene mayoría. La suma de votos de los partidos nacionalistas y secesionistas ha quedado lejos de la mayoría.

Aparte de las posibilidades y negociaciones para formar el Gobierno de la Generalitat, la lectura más indiscutible, es que una mayoría de catalanes quieren avanzar y progresar unidos a los destinos de España. Se ha puesto de manifiesto que las políticas de reconciliación, de perdón y de diálogo han dado resultado. Nos han enseñado que hay patriotismo más allá de las banderas y las pulseritas; que hay un patriotismo útil que sirve, que une y no rompe. Esa es la lección que debemos extraer de estas elecciones. No la estropeemos con mensajes falaces, que solo buscan un puñado de votos, aunque sea rompiendo la unidad de España.

Si todos los partidos se unen a la estrategia de una feliz convivencia entre catatanes, y entre catalanes y españoles, el conflicto irá disminuyendo. No caigamos en el error de retroalimentar el independentismo y el nacionalismo españolista. Nadie puede negar a estas alturas que el “procés” fue un error de los dirigentes políticos, que aprovecharon torticeramente el profundo sentir catalanista para llevar a cabo una declaración unilateral saltándose todas las leyes. Y que otro error, políticamente no menor, ha venido siendo la reacción del patriotismo españolista.

Se han retroalimentado. Han hecho de su error una estrategia para alimentar a los suyos, una estrategia para ganar votos. Los independentistas con el mensaje falso de que España nos roba, y los “defensores de la unidad de España” amenazando con que se rompe esa unidad. El resultado es que hemos perdido todos. Esperemos que estas elecciones hayan servido para reconocer los errores, e iniciar un nuevo tiempo en el que se abandonen los mensajes populistas y vayamos todos hacia una mejor convivencia para el desarrollo de Cataluña y España. España no se rompe.

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