Ahora el compás de espera es relativo pues nadie puede permitirse aplazar decisiones al borde del abismo. No se puede decir lo que se decía malévolamente de Bush: que se paró al borde del precipicio y dio un paso adelante.

El presidente seguirá gobernando hasta el 20 de noviembre como es su obligación y lo hará consensuando las medidas de emergencia con los dos candidatos con posibilidades de sucederle en el palacio de la Moncloa.

En el último pleno, un pleno escoba, sacó adelante lo que pudo, los proyectos que pedían pan como la restauración del Impuesto sobre el Patrimonio por dos años, aprobado sin oposición a pesar de las descalificaciones del Partido Popular y de los nacionalistas vascos y catalanes.

Los diputados aprobaron también toda una ristra de asuntos pendientes: la ley Concursal, la que regula la Jurisdicción Social, la de Medidas de Agilización Procesal y la de Instituciones de Inversión Colectiva y del Mercado de Valores entre otras.

Sin embargo se han quedado en el tintero otros proyectos de gran calado cuyo contenido dependerá del signo político del vencedor.

Hay algunas muy sensibles a este signo como la llamada ley de Muerte Digna y la de Igualdad de Trato  y No Discriminación, ambas de mucha carga doctrinal.

Quedan para cuando se constituya el Congreso, el 14  diciembre, otras normas, aparentemente más técnicas , que no lo son tanto.

Y sobre todo queda pendiente culminar la gran norma en la que se plasman claramente las ideologías: la reforma del  proyecto de Presupuestos Generales del Estado con el que Mariano Rajoy no esperaba mancharse. Soñaba con que el último servicio del presidente socialista al país fuera tragarse semejante marrón.

Tampoco son asépticas la ley de Enjuiciamiento Criminal,  las de reforma del sector eléctrico y la del gas; así como la de Servicios Profesionales y de la Inspección de Trabajo entre otras.

Será especialmente problemático por lo que se refiere a la oposición cerrada de los sindicatos y a las exigencias de la patronal la Reforma de la Negociación Colectiva que, aunque está en vigor como consecuencia de un decreto ley, el gobierno aceptó que se tramitara artículo por artículo como proyecto de ley.

Pronto se verá que no es indiferente quien gane las elecciones del 20 de Noviembre. Clinton popularizó el lema: “Es la economía, estúpido”. Barack Obama  ha acuñado otra no menos brillante: “Son las matemáticas, muchacho”.

Sin embargo, en estos tiempos que corren ni siquiera las matemáticas  son neutrales.

José García Abad es periodista y analista político