El virus ruso de la desinformación está provocando una notable empanada mental entre los españoles de la izquierda radical y de la derecha y la ultraderecha. En las filas del conservadurismo político se habla de Putin como el nuevo Stalin y no se han enterado, o no se quieren enterar, de que Putin dejó de ser comunista (si alguna vez lo fue en su interior) hace 31 años, y que el programa de su partido coincide con el de la extrema derecha de todos los países: ultranacionalismo, nostalgia del pasado imperial, homofobia, leyes mordaza, negacionismo del cambio climático, negación de la violencia machista y demás postulados de la ideología ultra.

En las filas de la izquierda radical española hay muchos todavía que tampoco se han enterado de que Putin abjuró del comunismo en el siglo pasado y que se ha convertido en un ultraderechista absoluto con el aval de la Iglesia Ortodoxa rusa. Sus convocatorias, como la del 25 de febrero en Madrid, decían “Llamamos a toda la militancia a que acuda a la concentración convocada por @OtanNoMadrid en contra de la guerra en Ucrania” evitando el término invasión o ataque. En un grupo de whatsapp se ha producido el siguiente diálogo:

– En Rusia han detenido ya a más de mil personas por salir a la calle y decir no a la guerra.

– Más o menos como aquí cuando los trabajadores reclamaban sus derechos en Cádiz. Al menos allí los arrestan sin violencia, en Cádiz y en Vallecas la policía fue bastante más bestia.

A unos y a otros les cuesta hablar de Putin como el nuevo Hitler, una denominación que, por ahora, parece que solo se emplea en los ámbitos de la socialdemocracia. 

La empanada mental a la que aludo también provoca desmemoria a la hora de debatir sobre los planes de sanciones al gobierno de Putin y ya pocos recuerdan cuando las inversiones rusas eran bienvenidas en la Costa del Sol malagueña. ¿Se acuerdan de la oferta de Rajoy de otorgar la residencias exprés por la compra de un inmueble de más de 500.000 euros, la adquisición de deuda pública por dos millones de euros o acciones de empresas españolas por un millón de euros? Se miraba para otro lado cuando la policía alertaba de la implantación de las mafias rusas y eslavas en nuestro litoral mediterráneo.

Algo de autocrítica tendrían que hacer las élites gobernantes en Occidente sobre las políticas desarrolladas en las últimas décadas y, especialmente, tras la caída del Muro de Berlín. Han sido los neocon y ultraliberales los que han convertido a China en la fábrica del mundo, desmantelando el tejido industrial de Europa y Norteamérica y empobreciendo a sus trabajadores. 

En mi opinión, con Rusia ha ocurrido como con las dictaduras del Golfo: sus reservas de petróleo y gas han servido como coartada para no toserles lo más mínimo en sus derivas antidemocráticas.