El martes pasado hemos sabido que se repetirán las elecciones generales el próximo día 10 de noviembre. Pedro Sánchez no logró pactar con Pablo Iglesias, ni con Rivera, ni logró la abstención del Partido Popular de Pablo Casado. Por lo tanto, nos vemos todos abocados a la repetición electoral, vista la imposibilidad de Sánchez de conseguir apoyos tras cinco meses desde que el PSOE se impusiera el 28 de abril pasado con 123 escaños; muy por delante de los 66 escaños del PP, los 57 de Ciudadanos y los 42 del partido de Pablo Iglesias. 123 escaños no daban para gobernar, y Sánchez necesitaba de apoyos.

Lógica y obviamente, aunque a estas alturas, como Sócrates, sólo sé que no sé nada, no se trataba de pactar con la derecha; se trataba de pactar con la izquierda, es decir, con Unidas Podemos, aunque con una ayuda extra, los 15 escaños de ERC que ofreció a Sánchez Rufián, porque los escaños de Podemos no eran suficientes. Todos, o muchos al menos, creíamos que la cuestión estaba resuelta. Se trataba de pactar condiciones y llegar a acuerdos que permitieran que se creara Gobierno, un gobierno mínimamente progresista como alternativa a la estafa neoliberal. Pero increíblemente no ha podido ser.

Pablo Iglesias ha querido formar un gobierno de coalición, con una representación proporcional a los 42 escaños que los españoles, con sus votos, les habían otorgado en las urnas. Parece justo. A mí me parece justo. Y no estamos hablando, supuestamente, de fuerzas políticas en las antípodas ideológicas. Supuestamente, repito, se trata de dos partidos políticos progresistas que defienden los derechos humanos y las políticas sociales, que huyen del pensamiento totalitario, que creen en el pluralismo, respetan la diversidad, y que sustentan sus argumentarios en los preceptos democráticos más básicos. Y que, supuestamente también, tenían como objetivo alejar de nuestro país las nefastas políticas neofascistas que llevan décadas asolándolo todo.

Resulta muy complicado creer que PSOE y Podemos, si en estos momentos son de verdad lo que dicen ser, no hayan podido llegar a un acuerdo si ambos buscan el bien de todos. Resulta muy complicado entender la negativa tajante de Sánchez a crear un gobierno de coalición con los que deberían ser sus aliados ideológicos, por mucho que intuyamos la presión del CEOE y del IBEX 35. Y resulta muy complicado asimilar que no se haya entendido que los resultados electorales de los últimos años dejan muy claro que los españoles ya no apoyamos ese bipartidismo que ha quedado obsoleto y muy lejos de las necesidades actuales de la sociedad española.

Supuestamente, se trata de dos partidos políticos progresistas que defienden los derechos humanos y las políticas sociales

Sánchez compareció el martes en Moncloa, en una rueda de prensa para explicar que España está abocada a unos nuevos comicios. “Nos lo han hecho imposible”, afirmó echando balones fuera y sin reconocer responsabilidad alguna en esta situación descabellada. El presidente insistió en esa comparecencia en la invitación a que los españoles votemos con más claridad el próximo diez de noviembre. Y yo me pregunto: ¿Cómo se vota más claro? Los españoles ya dejamos muy claro el 28A que no queremos derecha neoliberal ni extrema derecha, que la mayoría queremos un gobierno progresista, que no queremos alternancia de dos únicos partidos. Dejamos muy claro que la mayoría no quiere más políticas canallas ni chulescas, provengan de donde provengan, y también dejamos muy claro que la coalición no nos parece un dislate, sino una opción muy a tener en cuenta.

No creo que la responsabilidad de esta situación dantesca sea exclusiva sólo de alguien en concreto. Dos no bailan si uno no quiere, dice la sabiduría popular. Pero, sea como sea, los dos líderes de las dos principales fuerzas progresistas han impedido que haya sido posible un gobierno de progreso. ¿El motivo real? Pues no lo sé, por muchas hipótesis que podamos barajar. Pero sí sé que volver a votar es una gran temeridad y una enorme irresponsabilidad por parte de los que no han permitido un pacto; mucho más si tenemos en cuenta el contexto del peligro neoliberal (el monstruo de mil cabezas para cualquier demócrata), y del auge de la extrema derecha que nos acecha expectante en el panorama político actual. Resulta inconcebible que la izquierda, con mayoría, le pueda volver a abrir a la derecha extrema la misma puerta que los españoles les cerramos el pasado 28 de abril.

Los dos líderes de las dos principales fuerzas progresistas han impedido que haya sido posible un gobierno de progreso

Ignoro lo que ocurrirá en España en noviembre. La situación es lamentable y muy incierta. Los españoles estamos cansados y muy decepcionados de la política, que no parece estar al servicio de los ciudadanos, sino todo lo contrario. Es más que previsible el aumento de la abstención, además del auge inevitable del desencanto. Iremos a votar, hastiados, pero hay que ir a votar. Aunque, que alguien nos aclare, por favor, cómo se vota más claro.