Prefiere equivocarse solo. Los esfuerzos suyos y de sus ministros al negarse ayer a pronunciar la palabra “rescate” en la sesión de control parlamentaria es patética y contraproducente pues se deja con ello plumas de credibilidad en la gatera de la opinión pública nacional e internacional.

Supongo que Mariano Rajoy ha elegido el mal menor. Incumple su promesa de llamar al pan, pan y al vino, vino, pero no ignora que las palabras pueden encerrar carga política e ideológica.

Supongo que Rajoy y sus expertos en la estrategia propagandística entienden que asumir el término “Rescate” implica reconocer cuotas de culpa: que el Gobierno no controla la situación ni, por supuesto,  está en condiciones de resolver el problema financiero con sus propios medios.

Significa también que no quiere reconocer que hemos llegado a tan dramática situación, al menos en un 50 por ciento con la gestión del escándalo Bankia, una entidad “sistémica” – valga otro eufemismo - un fantasma que recorre el mundo como sinónimo de chapuza española.

La Unión Europea nos concede un crédito que nos permite disponer hasta de 100.000 millones de euros para restaurar el sistema financiero herido pero el Gobierno insiste en señalar que en realidad la necesidad de nuestras entidades no pasa de los 40.000 millones de euros.

Por tanto, Bankia que ostenta un agujero de unos 24.000 millones de euros se lleva por delante más de la mitad de la cantidad aludida.

En la quiebra técnica de Bankia hay muchos responsables pero hay en ella algo más que un error de gestión. Hay implícitas responsabilidades penales y un gran culpable, Rodrigo Rato, el hombre milagro del Partido Popular.

Rato ha cometido errores de bulto como la absorción de entidades agujereadas pero además ha engañado a los ciudadanos al sacar la entidad a Bolsa provocando graves daños a muchos ciudadanos de buena fe.

Aseguró entonces que Bankia había obtenido  beneficios y contó con la complicidad de una auditora, Deloitte, que también pudiera haber incurrido en delito.

La negativa a sumir la palabra “Rescate” tiene pues razones partidarias pero la falsedad es tan obvia que se volverá contra el Gobierno.

Creo que habría sido mejor, o menos malo, que Mariano Rajoy asumiera sus errores, llamara a las cosas por su nombre como prometió. Los ciudadanos perdonan los errores pero no los engaños.

Ayer se refugió además en disculpas infantiles al dar cuenta de una carta que envió al presidente de la Comisión Europea José Manuel Durao  Barroso y al presidente del Consejo Europeo Herman  Van Rompuy, resaltando la gravedad y urgencia del problema y reiterando sus propuestas para la reforma de la Unión.

Parece que con esa información sobre su epístola europea trataba de responder a Barroso en el empeño no menos infantil sobe quien presionó a quien.

José García Abad es periodista y analista político