No obstante, estas declaraciones, aunque se hayan convertido en habituales, siguen sorprendiéndonos casi en cada ocasión en que se producen. Nos sorprenden porque reflejan todo un estilo político que nada tiene que ver con lo que es habitual en los comportamientos de todos los políticos de países democráticos que han ocupado las más altas responsabilidades institucionales.

Por mucho que me haya empeñado en ello y haya repasado concienzudamente la hemeroteca, no he conseguido encontrar ni una sola intervención pública de ninguno de estos ex altos dirigentes gubernamentales de países democráticos que se asemeje, ni tan siquiera por asomo, a las declaraciones públicas que el ex presidente Aznar viene haciendo repetidamente durante los últimos siete años, prácticamente desde el mismo momento que José Luis Rodríguez Zapatero le sucedió como presidente del Gobierno de España tras la victoria electoral del PSOE en los comicios legislativos del 14 de marzo de 2004.

Las más recientes declaraciones públicas de Aznar, ya sean las que días atrás realizó en el transcurso de una conferencia pronunciada en la estadounidense Universidad de Columbia o las que hizo el pasado lunes en un mitin preelectoral del PP en Estepona, constituyen la misma antítesis de lo que son siempre las declaraciones públicas de todos aquellos políticos que han ejercido las más altas responsabilidades institucionales como primeros ministros o presidentes de Gobierno de países democráticos.

Más allá de la inadmisible defensa pública que José María Aznar ha hecho en ambas comparecencias públicas de personajes de la pésima catadura moral y política de Muammar El Gadafi, Hosni Mubarak o Ben Alí, tres dictadores que han sido unánimemente condenados por la comunidad internacional, lo que sin duda me parece todavía mucho más escandaloso de todo cuanto Aznar ha dicho de nuevo en estos actos son los duros ataques que ha hecho no contra la política del Gobierno español -algo sin duda alguna absolutamente legítimo-, sino a España, ya que esto es lo que Aznar ha hecho al poner públicamente en duda la capacidad de nuestro país para hacer frente a la situación actual de crisis económica, y de modo muy concreto a su solvencia económica.

Aunque posteriormente Aznar haya matizado algo sus palabras en el ya citado mitin preelectoral del PP en Estepona, lo cierto es que en su conferencia en la Universidad de Columbia el ex presidente del Gobierno lanzó un torpedo contra la misma línea de flotación de la economía española, y lo hizo además en el extranjero y desde su condición de ex presidente del Gobierno de España. Algo que jamás se le habría ocurrido hacer a ningún ex primer ministro o ex presidente de Gobierno de ningún país democrático, porque para todos ellos, por encima de las lógicas e inevitables diferencias partidarias, están siempre los intereses económicos de su país.

José María Aznar se ha convertido en un personaje extravagante. Tal vez por ello se empeñe en convertirse en público defensor de dictadores como Gadafi, Mubarak o Ben Alí. Tal vez por ello se haya convertido en un patriota extravagante, que en su permanente obsesión por atacar al Gobierno socialista presidido por Rodríguez Zapatero es capaz de poner en duda la solvencia económica de España. Las extravagancias de Aznar son antipatrióticas. No sólo perjudican al Gobierno democrático de nuestro país, que es el que ahora debe hacer frente a la crisis económica, sino que perjudican también al PP. Y perjudican por encima de todo a España, a los intereses económicos de cada uno de los ciudadanos españoles. Se trata, sin duda, de un extravagante peligroso.

Jordi García-Soler es periodista y analista político