Los hechos previos hicieron hervir los mentideros políticos. Después de 33 años sin ley electoral, nacionalistas y socialistas se han puesto manos a la obra. La ley Omnibus, esa ley presentada por el gobierno de Mas en la que cabe todo, se está negociando con todos los grupos políticos, y CiU ha accedido a trocearla a petición de los socialistas. En este estado de entendimiento, la carta de Nadal parecía dar la carta de credibilidad a la posibilidad de entendimiento entre socialistas y nacionalistas.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Los socialistas catalanes han hecho un movimiento táctico para cortar por lo sano el lamento de los nacionalistas en el que argumentan que pactan con el PP porque se ven empujados a ello. Por eso, han abierto diferentes mesas de negociación. Quieren demostrar que Mas no quiere pactar con los socialistas, lo quiere hacer con los populares pero necesita excusas para acallar las críticas internas y el mal sabor de boca que puede dejar en muchos electores nacionalistas.

Montilla le propuso a Mas pactar los presupuestos en una reunión discreta en un hotel barcelonés. En esa reunión, Montilla puso encima la abstención del PSC a cambio de no liquidar el impuesto de sucesiones. Mas negó la mayor y pactó días después esta liquidación con el PP. La excusa, entonces, fue que sólo el PP garantizaba que pasaran los presupuestos.

Una vez cerrado este punto, Mas y los suyos pusieron en marcha los pactos municipales que han dejado al PSC todavía más tocado en los despachos que en las elecciones. Más de 20 ayuntamientos socialistas están dirigidos por CiU a pesar de ser la lista más votada. Y que decir de Badalona, ciudad en la que Mas puso la alfombra roja al xenófobo García Albiol para contentar a Sánchez Camacho.

Tanto idilio fue cortado por lo sano. Primero, dispararon los populares. Pidieron la supresión de las embajadas, Sánchez Camacho fue a pedir educación bilingüe para su hijo y se agitó el espantajo de los toros. Después, los convergentes. Mas se rasgó las vestiduras en público diciendo que o presupuestos con recortes o elecciones anticipadas.

El sainete estaba en marcha. Fuegos de artificio que ocultaban el objetivo final: unos presupuestos que no auguran nada bueno en inversiones, menos que bueno para miles de trabajadores que acabaran en la calle, fatal para el sistema universitario, y un annus horribilis para la sanidad. El fuego cruzado era solamente el despiste en el paripé orquestado.

Los socialistas, en fuera de juego, sin líder y sin casi estrategia, han reaccionado y se han ofrecido a negociar. Al menos, quieren salvar los muebles en su momento más crítico de los últimos 15 años. La oferta de negociación persigue desenmascarar a Mas y su pacto con el PP y evitar quedar en fuera de juego en la política catalana. La oferta exige que Mas se pronuncie y no se excuse en la falacia “de que me obligar a caer en brazos del PP”. La oferta persigue dejar al descubierto las intenciones de un Mas que ya no duda en enviar a Duran a pedir elecciones anticipadas en España. Así, todo miel sobre hojuelas. Pactar con el que gobierna en Madrid está más que justificado. El antifaz podrá guardarse en el cajón.

Toni Bolaño es periodista y analista político