En la entrevista que ayer le hizo Ana Pastor  se mostró dispuesto a renunciar a los dineros que recibe de los Presupuestos Generales del estado, como los demás presidentes vivos, según una norma que fue promulgada por iniciativa suya.

Unos dineros que no son, en sentido estricto, una pensión vitalicia como remachó González, pero que hasta ahora han sido aprobados religiosamente en los presupuestos de cada año y que alcanzan unos 4.000 euros netos al mes.

Los expresidentes pueden acumular dicha retribución a la que recibirían como consejeros de Estado con una retribución similar a la de un ministro, unos 7.000 euros brutos al mes, tal como estableció José Luis Rodríguez Zapatero en su  primer discurso de investidura.

Pero los expresidentes parecen disfrutar de gran prosperidad y han renunciado a su derecho, que debería ser un deber; el de aportar su impagable experiencia política a todos los ciudadanos.

Tanto José María Aznar como Felipe González han renunciado a semejante honor, quizás  con harto dolor de sus generosas  almas,  porque dicho cargo es incompatible con el pastón que cobran de empresas privadas.

Felipe González ha dicho cosas muy interesantes en la aludida entrevista en Los Desayunos de TVE pero no ha estado tan “sembrado” al justificar los consejos de oro que disfrutan ambos ex mandatarios en empresas energéticas que dependen en muchos aspectos de decisiones políticas.

González “entiende”  que las empresas quieran contar en sus consejos de administración con antiguos mandatarios porque "tienen un cierto conocimiento del mundo y no está mal conocer su opinión".

Yo entiendo perfectamente el interés de dichas compañías cuyos directivos quizás no aprendan mucho de las lecciones que sobre gas y electricidad pudieran impartirles González o Aznar pero que pueden beneficiarse de sus servicios de lobby.

Hay que reconocer que a ese respecto José Luis Rodríguez Zapatero actuará de forma más limpia aceptando el puesto que él mismo se asignó. “No estaría mal” como dice González  que el máximo órgano consultivo del Estado conozca su opinión.

El trato que hemos dado a los presidentes ha mejorado exponencialmente su calidad de vida.

Los pobres Adolfo Suárez y Calvo Sotelo, más el primero que el segundo, pasaron por apreturas económicas que atentaban contra la dignidad de tan altos dignatarios.

Sin embargo parece que nos hemos pasado un tanto. No sería mala idea aceptar la generosa renuncia de Felipe González a su retribución mensual a cuenta de los Presupuestos Generales del Estado, lo que representaría un acicate para que Aznar compita en altruismo.

Naturalmente habría que hacer una excepción con Adolfo Suárez con quien tenemos una deuda impagable y que, desgraciadamente, no está en condiciones de renunciar a nada.

Con crisis o sin crisis pero siempre desde una perspectiva de ejemplaridad se impone una revisión del estatuto de los presidentes.

José García Abad es periodista y analista política