En los últimos días hemos asistido a una oleada de encuestas publicadas por medios afines a la derecha. Cada uno lanza la suya. Todas arrojan el mismo resultado. Todas persiguen el mismo objetivo. Como dijo Aznar, con su arrogancia habitual: “El que pueda hacer, que haga”. Y eso han hecho. Pero el problema para Feijóo es que las encuestas pueden comprarse; la calle, no.

Desde el estallido del caso Montoro —investigado como uno de los mayores escándalos en la gestión de fondos públicos—, en Génova 13 cundió el pánico. No hubo explicaciones ni perdón. La reacción fue otra: dar la orden a los medios que reciben generosas subvenciones para que fabricaran encuestas con resultados espectaculares para el PP. Dicho, pagado y hecho.

Y como la derecha es bien mandada, todos obedecen. Ya lo hicieron hace dos años. ¿Lo hemos olvidado? En la previa de las elecciones generales de 2023, todos los medios conservadores aseguraban que Feijóo rozaba la mayoría absoluta. No acertaron ni por asomo. Se estrellaron. Y no porque Feijóo no quisiera gobernar, sino porque los ciudadanos no lo quisieron.

Desde entonces, la derecha no ha digerido aquella derrota. Siguen sin entender por qué no ganaron. Siguen sin asumir que España no les pertenece. Siguen sin comprender cómo una mayoría de ciudadanos y ciudadanas prefiere a Pedro Sánchez antes que a Feijóo. Deberían reflexionarlo.

Porque, seamos claros: si a Feijóo no lo quieren ni los suyos, ¿cómo esperan que lo voten los demás? Hoy por hoy, es el líder nacional peor valorado incluso entre sus propios votantes. Hasta Abascal lo supera. Y eso ya es decir mucho.

Entonces, ¿por qué esa insistencia en publicar encuestas tan inverosímiles? Porque no buscan informar, buscan influir. Martillean con la idea de que la derecha es inevitable. No lo creen, pero lo propagan. Porque hay un porcentaje del electorado que vota según quién parece que va a ganar. Y ahí está el truco.

Cada día resulta más ridículo ese desfile de encuestas. Hasta 2027 no toca votar. Por mucho que lo intenten, el PP no podrá tapar lo que se avecina este otoño: desde el caso Montoro hasta los juicios pendientes que pueden dañar seriamente la credibilidad de la derecha.

Pero las elecciones no se ganan con encuestas, sino con propuestas. Y el problema de Feijóo es que, tras tres años en la oposición, sigue sin presentar un plan de gobierno. No tiene un modelo de país definido. No se le conocen propuestas sociales, económicas o medioambientales reconocibles. No hay hoja de ruta. No hay discurso de futuro.

Para ganar unas elecciones hay que defender el interés general. Votar a favor de las pensiones, del salario mínimo, de las becas, de la educación y sanidad públicas, de las ayudas al alquiler. Y usted, señor Feijóo, ha votado no a todo. Siempre. Sin excepción. Como si el “sí” estuviera prohibido en su vocabulario.

Para gobernar, hay que anteponer a España por encima del interés partidista. Y usted ha hecho lo contrario. Cada vez que pisa Bruselas, habla mal de nuestro país. Ha cuestionado los fondos europeos —clave para el empleo y la modernización—, ha despreciado la excepción ibérica que alivió la factura de la luz, y ha respaldado a Trump y sus aranceles antes que a nuestras exportaciones. Su patriotismo es, sencillamente, una “pantomima”.

Para liderar hace falta rumbo. Un horizonte. Un modelo de país. Usted no lo tiene. Su única propuesta es que Pedro Sánchez se vaya. Pero eso no es un proyecto: es una pataleta. Copiar el discurso de Vox tampoco es un plan de futuro. Si el PP quiere parecerse a Vox, ¿para qué existe el PP?

Y para liderar hay que mandar. Y usted no manda ni en su propio partido. No se atreve a pedir la dimisión de Mazón, ni a frenar los excesos de Ayuso. No tiene autoridad ni credibilidad. Lo de Azcón en Aragón o lo de López Miras en Torre Pacheco son ejemplos de un PP ausente, incapaz de gobernar incluso donde ya gobierna.

Para ganar, no se puede dar un bandazo cada semana. No se puede decir una cosa hoy y la contraria mañana. No se puede centrar la política en crispar, dividir y sembrar odio. Y usted, señor Feijóo, ha hecho de la confrontación su único argumento.

Por eso necesita que los medios amigos le sigan el juego. Por eso esos titulares inflados, esas encuestas sin rigor, esos barómetros que más que estudios demoscópicos parecen relatos de ciencia ficción. Saben que no convencen, pero insisten. Su función no es informar, sino sostener artificialmente a un líder que se hunde.

La derecha está convencida de que solo ellos tienen derecho a gobernar. El PP cree que el voto ciudadano es un trámite. Feijóo cree que, si no los votamos, estamos equivocados. Y bajo ese prisma autoritario justifican todo. Incluso mentir.

Han pasado tres años desde que Feijóo dio el salto a la política nacional. Y no ha aprendido nada. Ni de sus errores, ni de sus derrotas, ni de sus votantes. Su discurso sigue vacío, su liderazgo es débil, su partido se ha radicalizado y sus propuestas siguen sin aparecer.

La España del futuro, la que apuesta por el empleo, la convivencia, el progreso, la igualdad y un Estado del Bienestar fuerte, no pasa por Feijóo. No pasa por un PP instalado en el “no por sistema” y en el “cuanto peor, mejor”. Pasa por seguir avanzando con un gobierno que gobierne, con un proyecto que una y con un liderazgo que piense más en el país que en el poder. Esa opción, hoy por hoy, sigue teniendo un nombre y apellido, se llama Pedro Sánchez.

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