Hace apenas unos días, en estas pasadas fiestas, nos entregábamos a la esperanza de que nos tocara la lotería. Como cada año, incluso quienes nunca apostamos nada a juegos de azar nos encontramos con la cartera o el cajón lleno de décimos, papeletas o participaciones de unos números de lotería a los que nunca sé muy bien si jugamos para que nos toque, o porque no sea que toque a los demás y nos quedemos fuera de la fiesta. Sea como sea, luego llega el día del sorteo, y nos quedamos como estábamos, con la famosa salud, el comodín de esos momentos. Y entonces es cuando repetimos, una vez más, que no tenemos suerte.

Pero sí la tenemos. Y hemos de ser conscientes de ello cada día de nuestras vidas. Porque muchas cosas que damos por supuestas solo son cuestión de suerte.

Es cuestión de suerte haber nacido a esta parte del mundo, y no a esa otra donde no hay más salida que jugarse todo a una carta, y meterse en una patera confiando en ser de los que llegan a la orilla y no uno de tantos como yacen en el fonde del mar.

Es cuestión de suerte haber nacido cuando lo hicimos y no en ese tiempo donde todas las personas no eran iguales, donde las mujeres eran seres de segunda categoría y donde la libertad era solo una quimera.

Es cuestión de suerte haber nacido aquí y no en un lugar donde ser diferente es un delito, donde la orientación sexual puede llevar a la cárcel o a la muerte.

Es cuestión de suerte vivir en un lugar donde las mujeres tenemos los mismos derechos que los hombres, donde no se nos puede violar, ni vender, ni maltratar impunemente, donde no se nos invisibiliza bajo metros de tela y de indiferencia.

Es cuestión de suerte vivir en un lugar donde, para niñas y niños, cosas como jugar, ir al colegio o estudiar sea un derecho y no una heroicidad casi imposible de conseguir.

Y es, también, cuestión de suerte, vivir en un lugar donde el día a día no sean bombas, explosiones, destrucción y sangre.

Así que pensémoslo un rato antes de quejarnos de que no tenemos suerte. La tenemos, aunque jamás un niño de San Ildefonso vaya a cantar nuestro número, aunque el azar no nos vaya a tocar nunca con su varita de virtud. La tenemos, aunque ni siquiera lo sepamos.

SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)