Esta semana conocíamos una noticia que a mucha gente nos llenaba de repugnancia. Se trataba del contenido de un chat de alumnos - ¿y alumnas? - de Magisterio que, bajo el paraguas de organizar supuestas novatadas, se despachan a gusto con mensajes machistas, sexistas y homófobos.

No es el primer caso que conocemos de chats con este tipo de contenido. Ni creo que sea el último, por desgracia. Aunque lo que pone los pelos como escarpias en este caso concreto es el denominador común de los miembros de tan selecto grupo, alumnos de Magisterio. Es decir, las personas que se van a encargar de la educación de nuestros niños y niñas. Y claro, una no puede dejar de pensar que, con esos pensamientos, mal futuro nos espera. Aunque yo prefiero pensar que son excepción, y no norma, y no incurrir en la injusticia que supone toda generalización.

El problema va más allá de la mera anécdota. Algo hemos hecho mal para que nuestra juventud incurra en los mismos estereotipos machistas y discriminatorios que se veían en chistes de hace medio siglo. Ya tuvimos ocasión de comprobarlo con los gritos que se lanzaban desde las ventanas de un colegio mayor masculino a las inquilinas de un colegio mayor femenino.

Aquel hecho no era considerado delito, como es probable que tampoco lo sea lo que hemos conocido ahora. El Derecho Penal no lo es todo, aunque tengamos la mala costumbre de identificar lo que no es delito con lo que es lícito. Y de eso, nada. No hay que ser jurista laureado para saber que esas expresiones chocan de frente con lo que dice nuestra Constitución, que consagra el derecho a la igualdad como merecedor de la máxima protección, una Constitución que para algunos parece hablar de una sola cosa. Y que eso merece el reproche social, el académico y el que corresponda, aunque no entre en los juzgados.

Aunque, para mí, tan malo o peor que los mensajes de quienes los emiten, es el silencio de quienes los leen. ¿Cómo es posible que, entre más de un centenar de jóvenes, no haya nadie que salte diciendo que eso no es correcto, o que reacciones de cualquier otra manera?

No obstante, me pregunto quién filtraría esos mensajes para que llegaran a los medios de comunicación. Y también me pregunto otras cosas, especialmente delicadas ¿hasta qué punto podemos conocer el contenido de un chat privado? Porque ahí chocamos con otros derechos fundamentales, la libertad de expresión y la intimidad. No niego que fuera necesario poner en conocimiento de la Universidad esos comentarios, pero el resto sigue plantándome muchas dudas. Y en ello sigo.

SUSANA GISBERT GRIFO
Fiscal (Twitter @gisb_sus)