Ha dicho un eximio representante del PP, un tal Pedro Rollán que “…estamos abrazados a una cartilla de racionamiento energético”, a propósito del Decreto-Ley sobre medidas de ahorro energético aprobado por el Gobierno recientemente, y sobre el cual se ha organizado una controversia política de alta temperatura que acompaña muy bien la época estival en la que estamos. Controversia, por cierto, en la que no han faltado aficionados a crear confusión y difundir falsedades por tierra, mar y aire, para que la ciudadanía no sepa exactamente a qué carta quedarse, y para que de la preocupación social comprensible la gente solamente saque la conclusión de lo perverso que es el gobierno de Pedro Sánchez, que nos quiere dejar sin alumbrado de los escaparates a partir de las 10 de la noche y pretende freírnos de calor con 27 grados en el interior de los espacios públicos cerrados.

Pero el gran hallazgo mediático del señor Rollán no es la única perla de este verano, sino que forma parte de toda una constelación de estereotipos y clichés que la derecha política y mediática está empeñada en difundir e instalar en la conciencia colectiva del pueblo español. Feijóo afirma que el decreto ley del Gobierno para el ahorro energético es “un acto de autoritarismo”, aunque él sabe perfectamente que el Gobierno que lo acuerda es el que ha surgido legítimamente de la soberanía popular, y tiene que ser debatido y aprobado por el Congreso de los Diputados. Mantiene además que está “basado en la ideología y no en la tecnología”, sin que sepamos muy bien qué entiende el buen señor por tecnología e ideología, y desde luego sin que sepamos qué propone el buen señor acerca de cómo hay que hacer frente a la situación creada por la guerra de Ucrania en toda la Unión Europea. Este buen señor, que por cierto sigue sin reconocer explícitamente la legitimidad de este Gobierno, afirma con desparpajo, mientras la inflación es un fantasma que recorre toda Europa, que “este Gobierno recorta el poder adquisitivo en un 10´8%”.  Feijóo no es que se esté centrando, es que practica el tancredismo más notable que se recuerda, solamente comparable al de M. Rajoy. Cuando levantas las verdes praderas en las que envuelve sus palabras, encuentras la auténtica estrategia de tierra quemada de la derecha española de toda la vida.

Moreno Bonilla por su parte se permite el lujo de criticar al Gobierno por no hacer que baje la inflación que compartimos con los restantes países de la Unión Europea, y por negar la gravedad de la crisis provocada por la guerra de Ucrania, como hizo Zapatero, avisando de que podemos terminar el año en recesión, naturalmente por culpa de Pedro Sánchez, y despreciando el hecho cierto de que todos los analistas coinciden en que Alemania y otros países de la UE están mucho más cerca de llegar a esa situación antes de finales de año que España. Del mismo modo, advierte de que la sequía es una seria amenaza para la economía andaluza -sobre la que él, tan moderado, no tiene según parece, ninguna responsabilidad-  y para la española, mientras todos vemos a diario imágenes de la falta de agua en países europeos habitualmente verdes, como Francia o Gran Bretaña, situación de la que, naturalmente, es responsable también Pedro Sánchez. Moreno Bonilla se está convirtiendo en una especie de avisador universal, como esos malos aficionados que sólo saben criticar y avisar desde la barrera, sin mojarse.

En realidad, nada de esto importa; en primer lugar, porque la realidad y la verdad no importan, lo único que importa es eso que ahora se llama relato, y que consiste en la construcción política, económica y social de una realidad virtual que se ofrece, presenta y difunde a la ciudadanía con el objetivo inconfesado de provocar una pérdida de confianza lo más amplia posible hacia el adversario político, del que nada puede ser admitido, ni siquiera cuando lo que hace o propone coincide con lo que quien le critica ha dicho a propuesto con anterioridad. Pero tampoco eso importa, porque de lo que se trata es de generar en la opinión pública  imágenes, sentimientos y percepciones que conecten con las preocupaciones y temores más extendidos entre la población, generando una especie de profecía auto cumplida general que se proyecta intencionadamente contra el enemigo común que, naturalmente, es Pedro Sánchez.

En ese contexto y de acuerdo con esta interpretación, cobran más sentido las palabras de Rollán, porque mencionar las cartillas de racionamiento en este país provoca recuerdos y connotaciones tremendamente negativas en una parte muy importante de la población, quienes las vivimos y sufrimos, y quienes saben de ello por sus padres o sus abuelos: lo que importa no es el decreto ley del Gobierno, sino invocar en el imaginario colectivo, especialmente en los sectores más populares, el fantasma de la escasez y del racionamiento de bienes esenciales, el estraperlo, los años del hambre, y todo ello vinculado directamente a este  Gobierno. A falta de malos datos de empleo, o de conflictividad social que poder utilizar para desgastar al Gobierno, de lo que se trata es de imponer un relato catastrofista sobre el futuro que alimente las expectativas electorales de la derecha. Claro que lo más curioso del caso es que sean los herederos políticos de aquella derecha que nos trajo todas aquellas desgracias quienes tengan la osadía de hablar en estos términos. Siempre tiene que hablar quien tiene más motivos para callar, como decía mi abuela.