Ya sabemos que las buenas noticias no son noticia y las buenas prácticas de administraciones públicas y empresas tampoco. Por eso la escandalera generalizada en la que estamos inmersos no nos deja tiempo para nada positivo. Copiar lo bueno que hace la competencia y mejorarlo, si es posible, es de sentido común y resulta muy rentable social, política y económicamente hablando.

En España hay ayudas para la compra de coches eléctricos, pero ninguna para la adquisición de bicicletas o triciclos con baterías. Un ejemplo de transición energética o ecológica injusta porque deja atrás a la mayoría de la población, que no tiene el poder adquisitivo para permitirse un eléctrico total o un híbrido enchufable. Lo sorprendente es que no haya iniciativas de la oposición a nivel estatal, autonómico o local para implementar lo que ya se practica en otros países europeos como Francia, Italia o Bélgica o en contadas ciudades o comunidades autónomas. El lobby de los fabricantes de automóviles es mucho más eficaz y persuasivo que el de los fabricantes de bicicletas por lo que se deduce de este ejemplo.

Los obstáculos al autoconsumo energético son de muy diverso tipo: retrasos en el pago de las subvenciones concedidas, falta de agilidad en la tramitación por parte de las compañías eléctricas, etcétera y algunos peculiares como las prohibiciones de paneles solares en los tejados de los cascos históricos. A las comisiones de patrimonio no le importan los incumplimientos de las ordenanzas municipales sobre antenas y parabólicas, muchas de ellas ya en desuso por la generalización de las redes de fibra. Pero se oponen a los paneles fotovoltaicos con discutibles argumentos estéticos.

Desde hace años el carnet de conducir se puede llevar en el móvil mediante la aplicación Mi DGT, dependiente del Ministerio del Interior, el mismo ministerio que pronto implementará la posibilidad de llevar el DNI en el teléfono. Las resistencias a copiar las buenas prácticas se dan incluso entre los departamentos de un mismo ministerio. La pregunta que deberían hacerse la mayoría de los gobiernos autonómicos es por qué no extender esta facilidad a las tarjetas sanitarias, pero eso sería lealtad institucional o cooperación y ahora lo que se lleva es el boicoteo o el sabotaje a las iniciativas del Gobierno del Estado.

Por su parte, la Unión Europea tiene en casi todos los ámbitos repositorios de buenas prácticas y ejemplos positivos de políticas aplicadas con éxito en multitud de sectores. Como verán, imitar lo bueno del prójimo es sencillo, es cuestión de voluntad y ganas de servir a la ciudadanía por encima de intereses sectarios o partidistas.