Iba a titular esta columna Adiós al optimismo pero al ponerlo en el buscador me salieron bastantes resultados y desistí por el lógico afán de originalidad. Sin embargo, Bienvenidos al pesimismo está muy poco manoseado. Pocas y pocos quieren congraciarse con una visión pesimista de la vida, en esta época de marcas personales a destajo, llamadas a la falsa autenticidad del “sé tú mismo” y recetas para ser virtuoso en el mundo virtual.

Para un periodista la realidad manda y ésta no puede ser peor al día de hoy. La invasión de Ucrania ha cumplido mes y medio, la inflación como la guerra se cronifica, la extrema derecha agranda su suelo electoral en Francia, los fabricantes de armas no dan abasto y España ensaya sus sistemas antimisiles en la costa de Doñana, la urgencia climática se aparca y se negocian planes para paliar el desastre provocado por Putin.

Sumidos en la incertidumbre absoluta los institutos de prospectiva no se arriesgan a casi nada y optan por el silencio cauteloso para no equivocarse. Las clases dirigentes, abducidas por la catástrofe bélica, tampoco están en su mejor momento. En España, el espejismo Feijóo se puede desvanecer en el horizonte antes de los cien días de cortesía. Por ahora, lo único que parece seguro es que la bruma galaica difumina el contorno de los problemas para aumentar la confusión ya habitual (Bendodo ha dicho que el PP está a la derecha de la izquierda y a la izquierda de la derecha).

A la izquierda del PSOE la ambigüedad de algunas de sus figuras con la deriva de la guerra les resta apoyos en las urnas y le da alas a la derecha, que encuentra en la fabricación de bulos su mejor estrategia para este descorazonador contexto.

Sobreponerse al pesimismo galopante no es fácil porque el personal está muy distraído con películas larguísimas, series de infinitos capítulos y el seso sorbido por mensajes simplistas, elaboradas mentiras para whatsapp y bucles de patrañas.

No hay espacio en los medios para una comunicación constructiva, que cuente las buenas noticias que se producen a diario, pero que quedan ocultas por la redundancia e insistencia en unos pocos temas que monopolizan sumarios y escaletas de los informativos.

Sí, bienvenidos a un pesimismo que será pasajero, porque hay que empezar a diseñar el día después del final de la guerra sea el que sea.