En días como hoy, diría Juan Ramón en su emisión de las mañanas, el dibujo sonoro de la jornada se vislumbra por las luces de una España eufórica por los goles de su equipo, en contraste con una Hispania retrógrada;  goleada hasta la médula por los balones de la golfería. La misma música corrupta de los tiempos de Creta vuelve a sonar con fuerza en los salones de Génova. El presunto maquillaje "a la griega" de las cuentas bankeras ha servido al Consejo de Rato para disfrazar al mendigo financiero con las capas de la riqueza. El cuarto banco de nuestro sistema ha pasado  en menos que canta un gallo de vestir con collares de oro a colgantes de hojalata. En tan solo pocos días, la entidad de Rodrigo pasó de obtener 305 millones de beneficios a caer en los precipicios de la quiebra con 2.979 millones de pérdidas. Es precisamente este baile de cifras ilógicas y anómalas las que han avivado las llamas de la duda en las filas de Díez.

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